Que la movilización del 12-12-12 iba a ser un éxito ya se intuía entre la gente que conoce algo del mundo sindical y del trabajo, pero otra pista la daba el desprecio, la inquina, con que la mayoría los medios de comunicación trataban el asunto. En algún libelo de corte fascistiode un representante de la “intelectualidad económica” franquista, todavía sobreviviente, calificaba a los futuros participantes de patética legión. Liberalismo y franquismo, como siempre, plenamente unidos cuando los trabajadores osan ser respondones contra los empresarios, pues quienes ocupan una posición subalterna deben estar agradecidos a quienes les dan de comer y no, como nos recuerda Antonio Baylos en el blog hermano, “morderles la mano”. Un poco preocupados estaban.
Y la movilización llegó, y las grandes avenidas del Paseo del Prado y la calle Alcalá recuperaron algo de lo que tienen del espíritu de la Ilustración del siglo de las luces al llenarse de una entusiasta masa de banderas rojas del sindicalismo confederal para hacer de Madrid el “rompeolas de las Españas” frente al embate de las olas liberales. Un éxito incontestable, no solo por el número de participantes (muchos jóvenes, por cierto), sino por algo más, por el tono de firme pero serena actitud de no aceptar las imposiciones ni más recortes en derechos sociales con la excusa de la crisis. Una firmeza que se cimienta en la clara conciencia de que no han sido los trabajadores los que han provocado esta crisis. Son otros los responsables, luego son otros los que deben pagar sus consecuencias a pesar de la machacona insistencia con que los organismos financieros internacionales y nacionales (tan ciegos de los orígenes de la crisis), la mayoría de los medios de comunicación, la CEOE, el PP y sus poderosos aliados medios de comunicación, vienen pidiendo el aumento del poder empresarial y la paralela reducción de los derechos de los trabajadores para poder generar empleo en la salida de la crisis. No, esa punta de iceberg que ayer emergió en Madrid no solo no está dispuesta a dar un paso atrás en sus derechos de ciudadanía que les haría más subordinados, sino que además, respondieron a la llamada de los sindicatos para desazón de los liberales y social-liberales que consideran a los sindicatos el enemigo interior al que hay que destruir, de lo que son muestra los insultos y las descalificaciones de Esperanza Aguirre y sus secuaces.
Cierto que hay que reflexionar sobre cómo hacer para que la respuesta “espasmódica” de la gente sea, a la vez, “fisiológica”, como en las siempre instructivas conversaciones matinales de Parapanda mantienen los participantes del seminario Karl Kosch, pero los sindicatos parece que en esta nueva etapa no dejarán de hacerlo, según se dedujo de las intervenciones de los secretarios generales de CCOO y de UGT. No deben de dejar de hacerlo porque no deben consentir que el mundo virtual desplace al mundo de la gente de carne y hueso. Porque una vez mas, al mirar hoy la prensa, salvo raras excepciones, la distancia entre lo en ella reflejado y lo realmente acaecido es tan larga para cualquiera que haya participado en la manifestación diría que lo que lee en el periódico se refiere a otro acontecimiento. Precisamente eso es lo que esta gran movilización ha roto, ha abierto un agujero en ese mundo virtual en el que los trabajadores deben conformase resignadamente con el papel secundario que les corresponde y del que en el siglo XX, por una anormalidad histórica, pretendieron salir.
Y la movilización llegó, y las grandes avenidas del Paseo del Prado y la calle Alcalá recuperaron algo de lo que tienen del espíritu de la Ilustración del siglo de las luces al llenarse de una entusiasta masa de banderas rojas del sindicalismo confederal para hacer de Madrid el “rompeolas de las Españas” frente al embate de las olas liberales. Un éxito incontestable, no solo por el número de participantes (muchos jóvenes, por cierto), sino por algo más, por el tono de firme pero serena actitud de no aceptar las imposiciones ni más recortes en derechos sociales con la excusa de la crisis. Una firmeza que se cimienta en la clara conciencia de que no han sido los trabajadores los que han provocado esta crisis. Son otros los responsables, luego son otros los que deben pagar sus consecuencias a pesar de la machacona insistencia con que los organismos financieros internacionales y nacionales (tan ciegos de los orígenes de la crisis), la mayoría de los medios de comunicación, la CEOE, el PP y sus poderosos aliados medios de comunicación, vienen pidiendo el aumento del poder empresarial y la paralela reducción de los derechos de los trabajadores para poder generar empleo en la salida de la crisis. No, esa punta de iceberg que ayer emergió en Madrid no solo no está dispuesta a dar un paso atrás en sus derechos de ciudadanía que les haría más subordinados, sino que además, respondieron a la llamada de los sindicatos para desazón de los liberales y social-liberales que consideran a los sindicatos el enemigo interior al que hay que destruir, de lo que son muestra los insultos y las descalificaciones de Esperanza Aguirre y sus secuaces.
Cierto que hay que reflexionar sobre cómo hacer para que la respuesta “espasmódica” de la gente sea, a la vez, “fisiológica”, como en las siempre instructivas conversaciones matinales de Parapanda mantienen los participantes del seminario Karl Kosch, pero los sindicatos parece que en esta nueva etapa no dejarán de hacerlo, según se dedujo de las intervenciones de los secretarios generales de CCOO y de UGT. No deben de dejar de hacerlo porque no deben consentir que el mundo virtual desplace al mundo de la gente de carne y hueso. Porque una vez mas, al mirar hoy la prensa, salvo raras excepciones, la distancia entre lo en ella reflejado y lo realmente acaecido es tan larga para cualquiera que haya participado en la manifestación diría que lo que lee en el periódico se refiere a otro acontecimiento. Precisamente eso es lo que esta gran movilización ha roto, ha abierto un agujero en ese mundo virtual en el que los trabajadores deben conformase resignadamente con el papel secundario que les corresponde y del que en el siglo XX, por una anormalidad histórica, pretendieron salir.
2 comentarios:
Estimado don Joaquín: No puede ser que usted sea tan poco atento con sus ávidos lectores. ¿A qué se debe su molicie bloguera? Mire que somos capaces de organizar un Manifiesto con el siguiente lema: "Escriba más, don Joaquín / en su bello boletín". Mis respetos, Ruiz Haussner (Montevideo)
Querido Joaquín: Lo que ha explicado Ruiz Haussner es, de hecho, algo así como un alegato colectivo de la Universidad, incluidos los egresados. Deberías escribir más recién. Abrazos campanudos, Luis Nelson Fábregas.
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