lunes, 27 de febrero de 2012

¿LLEGARÁN LOS RECORTES AL MUSEO DEL PRADO?



A PROPÓSITO DE “EL VINO DE LA FIESTA DE SAN MARTÍN [1]

El arte y la cultura universales sin el Museo del Prado serían más pobres, bien lo sabían las autoridades de la II Republica que no dudaron en hacer un esfuerzo heroico para salvar las obras maestras que alberga frente a la indudable amenaza de la barbarie franquista. Una de las recientes alegrías que el Prado ha dado a la ciudadanía ha sido la recuperación de una obra maestra que se creía perdida, “El vino de la fiesta de San Martín” de Pieter Bruegel el Viejo (1525 o 30/1569). Es esta una obra impresionante, la más grande de las que de este autor que se conocen (148 x 270,5 cm.), pintada al temple de cola sobre tela de lino, lo que se llama sarga, que es más frágil que los oleos sobre tabla o lienzo. Se tenían noticias de su existencia merced tanto a algunas copias que en distintos momentos se hicieron (no más allá de la segunda mitad del siglo XVII) en grabado, dibujo y alguna pintura, como por ciertas referencias documentales (inventario de la colección de los Gonzaga de Mantua de 1626). Pero se había perdido su rastro, aunque en 1980 Díaz Padrón, subdirector entonces del Prado, tras haber visto solo una fotografía en blanco y negro del cuadro que aquí se comenta, la atribuyó a Pieter Bruegel el Joven como una copia del original de su padre. Probablemente esto mantenía en alerta a los especialistas del Prado.

Pero, he aquí, que en 2009 el director de pintura flamenca del Museo, de un modo en cierta medida casual, vio esta sarga en el domicilio de un coleccionista particular de Madrid. Su estado de conservación era deplorable. Entre otros daños, en algún momento se le había aplicado un barniz de poliéster y reentelado la tela del soporte, lo que había alterado fuertemente los colores originales. Se les propuso a los dueños llevar el cuadro a los talleres del Prado para su estudio y restauración, y tener una opción de compra si se comprobaba la autoría de Pieter Bruegel el Viejo.

Aquí se puso en marcha la maquinaria del Museo. El laboratorio de Química comprobó que los pigmentos y la sarga coincidían con los materiales usados por Bruegel el Viejo. La comparación con materiales de las otras dos sargas conocidas de este autor, “el Misántropo” y “La parábola de los ciegos”, del Museo de Capodimonte de Nápoles, llevaban a la misma conclusión. El Departamento de Documentación se lanzó a la pesquisa de datos y pudo demostrar que el cuadro entró a finales del siglo XVII en la colección del Duque de Medinaceli, por entonces embajador en Roma y más tarde virrey de Nápoles. En los inicios del siglo XVIII llegó a España y desde entonces estuvo en manos de la familia de los Medinaceli hasta 1956, en que pasó a otras manos. Las referencias documentales encontradas permiten sostener que es el mismo cuadro al que se refiere el inventario de los Gonzaga citado. La decisión de emprender la restauración era delicada pues, tras las radiografías y el análisis con otras técnicas se hizo más evidente el mal estado de conservación y la fragilidad de la sarga. Había riesgos ciertos. Pero se llevó a cabo por Elisa Mora y,tras delicados esfuerzos y casi dos años de dedicación a la tarea, los resultados han sido esplendidos. Apareció la firma del autor, que estaba tapada, y ahora el cuadro tiene un aspecto muy similar al que debió tener cuando fue terminado entre 1565 y 1566.

La obra es de una belleza deslumbrante. Representa una escena de la fiesta del vino del día de San Martín (11 de noviembre) que se celebraba desde la Edad Media y en los inicios de la Edad Moderna. Ese día en el norte de Francia y Países Bajos se bebía el vino de la vendimia de ese año con un gran jolgorio como el que con mucho humor Bruegel pinta, porque después se entraba en una especie de cuaresma antes de Navidad. Unas noventa personas se abalanzan en el centro de la composición en torno a un gran tonel que dispensa el vino. La gente se procura cualquier cosa para conseguir tan preciado bien. Jarras, cuencos, sombreros o zapatos, todo sirve, el caso es no quedarse sin el líquido elemento. Una madre, en la izquierda de la escena, da de beber a su hijito en brazos. Eso recuerda que a muchos niños en España, hasta hace bien poco, les daban como golosina un trozo de pan mojado en vino tinto y rociado con un poco de azúcar (no todos los niños de España tenían la suerte que tuvieron algunos altos dignatarios de la República de Parapanda de disfrutar con los piononos de Santa Fé de Casa Isla, aunque es posible que tampoco les faltase el pan con vino). San Martín está a la derecha de la composición, al margen de todo el lío, en el momento en que desde su caballo corta con la espada su capa para compartirla con unos pobres. Una escena muy repetida en la iconografía Europea que sirve para explicitar que no es una fiesta cualquiera.

Algunas interpretaciones apuntan a que el autor quería hacer una crítica moralista a esa celebración, pues ya soplaban fuertes los aires de la reforma protestante (en la casa de la derecha miran por la ventana unos burgueses que parecen reprochar a la chusma sus excesos), lo que sería coherente con lo que el mismo autor pinta en el “El triunfo de la muerte”, también en el Prado. La indiferencia de la multitud hacia San Martín también coadyuvaría a esa interpretación. Pero es permitido pensar, dado el humor que la pintura trasmite y el cariño a los personajes, que en esta obra hay una llamada a la alegría de vivir frente a los fanatismos de las querellas religiosas que, por solo citar algunos casos, ya habían llevado en 1553 al pobre Miguel Servet a morir en la hoguera en Ginebra a manos de las huestes de Calvino y llevarían un poco más tarde a la masacre de los hugonotes franceses la noche de San Bartolomé de 1572.

Con el ejemplo de lo hasta aquí dicho cabe preguntarse si la belleza, la cultura, pueden medirse por el parámetro productivista de los economistas neoliberales que hoy inspiran las políticas europeas. Con los recortes de las cuentas públicas, de la ciencia, de la investigación ¿de dónde van a salir los jóvenes que un día puedan seguir salvando obras de arte para la humanidad como, a modo de ejemplo, ahora ha hecho Elisa Mora? Es la continuidad de la institución, el trabajo permanente de tantas personas el que hace posible que exista el Museo del Prado. No basta con el mecenazgo, eso es aleatorio e interesado. “El vino de San Martin” puede verse como una metáfora: Lo privado consume y arruina, mientras que lo público salva parapara la comunidad.

1.- Muchos de los datos que aquí se exponen han sido tomados de la obra : P. Silva Maroto, M. Sellink y E. Mora, Pieter Bruegel el Viejo El vino de la fiesta de San Martín, Museo del Prado, Madrid, 2011.

lunes, 20 de febrero de 2012

LA REFORMA: VIOLENCIA EMPRESARIAL, DEGRADACIÓN DEL TRABAJO Y MALA FE



La reforma laboral hecha por Decreto-Ley da un enorme poder al empresario afectando profundamente a todas las instituciones centrales del Derecho del Trabajo y, como reverso de la moneda, expropia derechos de los trabajadores. Avanza en el camino de dejar solo al trabajador individual frente al empresario sin la mediación del sindicato, de la administración laboral y de los jueces. Esa gran transformación está transida por el elemento central de las facilidades para despedir que da al empresario. A partir de ahora en el ámbito en que el trabajador presta sus servicios, que está organizado y dirigido por el empresario, impera el autoritarismo empresarial porque sobre cada trabajador pende, como espada de Damocles, el poder para despedir. El despido no es un acto banal, es un acto de violencia (Véase A. Baylos y J. Pérez Rey, El despido o la violencia del poder privado, Trotta, Madrid, 2009) porque para el trabajador perder su trabajo es perder los medios ordinarios de subsistencia y su modo de inclusión en la esfera de la ciudadanía. Como dijera Sir William Beveridge, perder el trabajo es para el trabajador un drama, mientras que para el empresario ese hecho es un inconveniente, el resultado de un cálculo de conveniencia. En el acto del despido se manifiesta con toda crudeza la diferente posición de poder de las partes en el contrato de trabajo, una posición de poder ya socialmente desequilibrada pues el empresario dispone de los medios de producción y el trabajador solo de su fuerza de trabajo. Todo sistema jurídico que aspire a legitimarse tratando de de ser justo articula una serie de medidas para que en los contratos onerosos, como el de trabajo, haya un más o menos aceptable equilibrio entre las prestaciones reciprocas y por ello busca que el cumplimiento de lo pactado no quede en manos de una de las partes. Es esta una de las razones últimas por las que el despido tiene que responder a una justa causa.

La causalidad del despido, reconocida en el art. 30 de la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, forma parte del conjunto de elementos que integran la idea de democracia expresada en la fórmula del Estado Social y Democrático de Derecho del art. 1 de nuestra Constitución, patrimonio de la cultura europea de postguerra. El Tribunal Constitucional ha declarado que la protección frente al despido sin causa forma parte del derecho al trabajo del art. 35 de la Constitución. El convenio 158 de la OIT, ratificado por España, insiste en ello e impone un procedimiento para que el trabajador pueda defenderse frente a las causas alegadas por el empresario, requisito que nuestra jurisprudencia ha entendido se cumple con la revisión judicial del despido.

Pues bien, la reforma ha debilitado en extremo todas estas previsiones sobre la causalidad del despido. En primer porque el nuevo contrato “para emprendedores” de menos de 50 trabajadores consiente un periodo de prueba de un año durante el cual el “emprendedor” podrá despedir directamente sin alegación de causa alguna, desnaturalizando la función propia del citado periodo. En segundo lugar, el nuevo procedimiento del despido colectivo permite al empresario imponer su voluntad unilateral en las negociaciones con los representantes sindicales y elimina el control de la administración laboral. En tercer lugar, la nueva formulación de las causas económicas, técnicas, organizativas y productivas justificativas del despido colectivo se ha hecho de tal manera que dan un poder extraordinario al empresario y dificulta en extremo el control de la causa por el juez. La mera disminución de ingresos o ventas durante tres trimestres es ya una “situación económica negativa” justificativa del despido, sin que sea necesario que haya generado pérdidas en la empresa, puede, incluso, que la empresa tenga pingues beneficios. Ya no es necesario que el empresario justifique la racionalidad de las decisión despedir en relación con el proyecto de futuro para la buena marcha de la empresa. De este modo se da satisfacción una insistente aspiración de la patronal y sus ideólogos de que el juez no debe controlar las decisiones empresariales. La desconfianza en los jueces es explicita en la memoria justificativa de del RDL 3/2012 que el gobierno ha enviado al Congreso de los Diputados, lo que es llamativo pues ya los jueces venían debilitando mucho el control de la causa a cambio de la indemnización para despedir. Pero se ve que nada es bastante hasta llegar a la libertad absoluta para despedir, al despido a voluntad que, hoy por hoy está vedado por la Constitución y las otras normas supranacionales, aunque las actuales modificaciones están cercenando el derecho a la tutela judicial efectiva del art. 24 de la Constitución y las garantías del Convenio 158 OIT.

Con la reducción de las indemnizaciones para despedir en los casos de despido disciplinario, se completa el cuadro. La modificación sustancial de condiciones de trabajo, la movilidad funcional y la movilidad geográfica, que ahora pueden imponerse unilateralmente por el empresario, cobran efectividad porque tras ellas late la amenaza del despido. ¿Desde 2008 qué empresas en España que no sean del sector del “lujo” no han tenido disminución de ingresos o ventas? Muy pocas, con lo que ahora será posible de inmediato saltarse los convenios colectivos vigentes y reducir el salario, modificar la jornada, trasladar a los trabajadores a otra ciudad, etc… y si el trabajador no acepta, la solución es clara: el despido con indemnización de 20 días de salario por año de servicio.

Esta reforma ha llegado, además, cuando pocas semanas antes los sindicatos confederales y la las organizaciones empresariales habían concluido un acuerdo sobre negociación colectiva y empleo en el que se pactó una moderación salarial durante tres años para ayudar a salir de la crisis. Las risas de los dirigentes empresariales cuando se publicó el RDL reformador hacen razonablemente pensar que tanto el Gobierno como ellos mismos no estuvieron movidos por la buena fe, que tanto exigen siempre, porque ahora ese acuerdo es casi papel mojado.

El exceso de poder que se da a los empresarios refleja una idea de minusvalorización del trabajo y a cambio una exaltación de la figura del “emprendedor” que los medios de formación de opinión llevan años promoviendo. El Gobierno y los empresarios tratan de justificar la reforma presentándola como un instrumento contra el desempleo, pero que viene para quedarse porque es la respuesta necesaria para corregir los históricos “desequilibrios estructurales” de nuestro sistema de relaciones laborales y de adaptación a las circunstancias del mundo actual (palabras huecas). En realidad lo que están haciendo es propagar la falsedad de que trabajar con derechos es la causa del paro y, en coherencia con ello, en la memoria justificativa que antes se ha citado, se afirma que la amenaza del despido es un incentivo para que los trabajadores se adapten mejor a los cambios exigidos por el empresario. Pero la concepción del despido como instrumento de la disciplina empresarial desvela la insinceridad de la lucha contra el desempleo, no solo porque la política económica (que es la fuente más importante para crear empleo) que se aplica no crea empleo, sino porque los trabajadores son menos proclives a aceptar el autoritarismo empresarial en circunstancias de pleno empleo. Esta reforma, al minusvalorar el trabajo, degrada a la persona que trabaja a cambio una llamada a la fe en una futura creación de empleo, que todas las evidencias niegan y es, además incoherente, porque si la persona desempleada alguna vez es contratada para trabajar en merma de derechos, será también degradada. No cualquier empleo vale, los esclavos tenían empleo, hay que recordar. Que el Ministerio de Trabajo fuese cambiado de nombre por el de Empleo ya era una señal de lo que luego ha venido.




jueves, 9 de febrero de 2012

UNA SENTENCIA INICUA QUE SE VEÍA VENIR, QUE NI SE DEBE ACATAR NI RESPETAR


Hoy 9 de febrero los corruptos brindan, los fascistas ríen y los demócratas sufren. Siete magistrados de la Sala Segunda del Tribunal Supremo han condenado por prevaricación al juez Baltasar Garzón por ordenar escuchas de las conversaciones entre algunos abogados y los detenidos de la trama Gürtel. Esperanza Aguirre, cuyo gobierno trocaba las cantidades de los contratos para poder adjudicárselos a dedo a la trama con cosas tan curiosas como pagar 6.000€ por organizar una puesta en escena para la entrega de un premio de redacción a unos niños de una colegio de primeria, está contenta.

No es de extrañar. La cacería judicial desatada contra el juez Garzón tiene aquí su detonante. La corrupción del PP no se puede investigar si no es a costa de pagar por ello. Hay que recordar que el caso Naseiro, sobre financiación ilegal del PP, se archivó al anularse las pruebas obtenidas en las interceptaciones telefónicas ordenadas por otro juez cuando investigaba asuntos de drogas y pederastia. Las escuchas que dado lugar a la condena fueron pedidas por la fiscalía, ante los datos obrantes de que se estaba armando una operación para llevar a paraísos fiscales y borrar el rastro de una parte importante del botín rapiñado por los detenidos en sus tejes manejes con una multitud de cargos del PP de Galicia, Castilla-León, Madrid, Comunidad Valenciana. El juez que continuó la instrucción las mantuvo, otro juez de la Audiencia Nacional discrepó de sus dos colegas que ante el recurso de los abogados de la trama anularon las pruebas obtenidas por las escuchas. En el caso de Marta del Castillo, el juez correspondiente también ordenó escuchas como por las que ahora ha sido condenado Garzón. ¿Estaban todos prevaricando? No, sino que interpretaban la ley, que no clara en este punto, según su recto entender. Prevaricación es dictar una resolución a sabiendas de que es injusta o ilegal, por lo que razonablemente cabe la duda de si han prevaricado los 7 magníficos que hoy han condenado a Garzón.

La persecución a Garzón está bien orquestada (¿habrán tenido algo que ver en esa orquestación las buenas relaciones de Federico Trillo, encargado de los temas de justicia del PP, con los jueces conservadores?). Primero la Gürtel, cuya sentencia condenatoria sale cuando el juicio por la investigación de los crímenes del franquismo está visto para sentencia y no se ha iniciado la vista oral del bodrio de juicio sobre cobros percibidos de la Universidad de Columbia (Nueva York) por los cursos en ella dictados. Un juicio cuya principal función es la desacreditación del juez Garzón ante la opinión pública como corrupto merced al uso que de él hacen los medios afines al PP (la mayoría). Ese juicio, ahora que Garzón ya no es juez, se celebrará ante otro tribunal, evitando así que pudiera en su día ser fácilmente anulado en instancias internacionales por estar contaminados los integrantes de la sala que le iban a juzgar.

La tristeza, la rabia y la irritación suben de tono cuando se ve que el expresidente de Valencia Camps es absuelto y Garzón el primer condenado en el asunto Gürtel. El objetivo de quitarse del medio al juez Garzón ya está conseguido. Aquí ni se investiga al franquismo ni la corrupción del PP. Se ve así la coherencia de este partido en no condenar al franquismo, ese régimen genocida que pervive en las formas culturales de muchos exponentes que conviven a la casa común del PP. El relato de los familiares de desaparecidos y asesinados por la dictadura fascista en el otro juicio a que está siendo sometido el juez Garzón conmueve a todo ser humano que tenga un mínimo de sensibilidad. Lo terrible es que esas personas han estado y siguen estando desamparadas porque en España la exaltación del fascismo todavía no está prohibida. Hoy vemos como en diversos medios de comunicación se está de continuo utilizando el insulto y la mentira para descalificar a personas y medidas situadas en lo que puede decirse de modo muy amplio campo de la izquierda, con la misma prepotencia chulesca y arrogante que siempre han utilizado las fascistas españoles. Es sembrar de violencia la vida colectiva en un modo de pervivencia del franquismo. El Gobierno del PP es un servil admirador del actual gobierno alemán, por tantos motivos execrable, pero le convendría empezar por una condena lisa y llana de los horrores franquistas y tomar nota de que en Berlín, en el lugar donde estuvieron los cuarteles de las SS y de la Gestapo, que fueron arrasados por el Ejército Rojo, hay, para educación de los ciudadanos, un espacio dedicado mostrar algunas fotografías que muestran parcialmente la brutalidad los crímenes nazis. Ese espacio es llamado Topografía de los Terrores. Allí se encuentran las fotos que ilustran esta entrada que muestran cómo los nazis fusilaban y colgaban a ciudadanos de la URSS que sospechaban guerrilleros. Aquí, en cambio, tenemos el Valle de los Caídos, se absuelve a Camps y se condena a Garzón. ¡Qué bochornoso!