viernes, 2 de febrero de 2018

NO, LA CONSTITUCIÓN NO ES UN ADORNO

La fallida operación de colocar a Pérez de los Cobos en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha puesto de manifiesto, una vez más, el efecto gangrenoso que para democracia en España supone el Partido Popular. La democracia es algo más que sujeción de los poderes públicos a reglas y procedimientos, también es respeto a determinados contenidos establecidos en la Constitución, como los derechos sociales que dan vida al principio de igualdad considerado en el art. 1 como un “valor superior”.  Pero, además de todo ello, implica asumir una cultura, más allá de las leyes, que supone la aceptación de ciertos límites en el comportamiento personal y colectivo. Esa cultura, al estar integrada, aún con mayores o menores deficiencias, en las sociedades allende los Pirineos (con la excepción de ciertos países del este europeo, como Polonia o Hungría) es la que ha hecho imposible que quien es visto como vocero del Gobierno ocupe una plaza de juez en el TEDH.

Decían los clásicos que aquel país que no tiene separación de poderes ni tabla de derechos fundamentales no tiene constitución. Pues bien, ¿qué pasa con nuestra constitución cuando el Gobierno manipula con éxito para colocar en los puestos claves de la judicatura a personas de su confianza ideológica saltándose el criterio de mérito y capacidad tan pregonado por el propio texto constitucional? ¿Qué pasa cuando después judicializa asuntos que deberían resolverse por vías de negociación política abierta? No se trata solo de Cataluña, sino que se está acosando en la jurisdicción a instituciones regidas por grupos de signo progresista, como es el caso del Ayuntamiento de Madrid, sometido a un constante bombardeo de pleitos en los tribunales para tratar de invisibilizar, obstaculizar o impedir su ejemplar y honrada gestión y su lucha contra la corrupción.  

¿Qué pasa cuando el Gobierno (con la aquiescencia de Ciudadanos)  bloquea al Parlamento e impide que cumpla con su función legislativa? Este Gobierno, ha vetado, haciendo un uso torticero del art. 134.6 CE, más de 40 proyectos de leyes en el último año. Algo insólito en democracia.

¿Qué pasa con los derechos, sobre todo con los sociales? Ahí seguimos, por poner solo algunos ejemplos, con la ley mordaza, el control de los medios de formación de la opinión, el código penal que criminaliza la huelga, la reforma laboral y de Seguridad Social, los recortes en sanidad y educación, las privatizaciones, el formidable y corrupto entramado empresarial y del PP. Todo ello que ha traído una brutal merma de derechos, un achicamiento de los espacios de libertad y un aumento brutal de la desigualdad. A pesar de todo esto, los políticos del PP y sus huestes mediáticas se incluyen a sí mismos en un selecto club de “constitucionalistas”.

No, Felipe VI, la constitución no es un adorno, es algo mucho más, pero sobretodo no es una cachiporra con la que golpear a todos aquellos que son adversarios políticos. La unidad de España no solo es un asunto territorial, sino que depende de tener una sociedad cohesionada por el respeto por todos, pero ante todo por los poderes públicos, a reglas, procedimientos y los valores superiores de libertad, igualdad, justicia y pluralismo político, y por la efectividad de los derechos sociales que hace tenga sentido el valor de la igualdad. Por vivir con una cultura cívica, hoy en franca regresión, alejada de la cuartelera franquista instalada en no pocas covachuelas gubernamentales que no conoce límites.