sábado, 29 de agosto de 2015

EL INDEPENDENTISMO CATALÁN Y LA SEGURIDAD SOCIAL

Los partidarios de la independencia de Cataluña, para apoyar la creación de un estado catalán, han puesto en circulación, entre otras, esta frase publicitaria: "La Seguridad Social española es franquista", y parece que se han quedado tan anchos. Nada hay objetable en que haya una parte de la ciudadanía catalana defienda la opción independentista en un debate democrático. Tampoco hay nada que objetar a que en ese debate las distintas corrientes de opinión lancen campañas publicitarias, pero lo que no es aceptable es que esa publicidad sea falsa porque, cuando eso ocurre, el descrédito debe caer sobre los falsarios.

Este es el caso de la frase que aquí se comenta que, por decirlo de manera educada, es un anacoluto de marca mayor.
Dar con propiedad el calificativo de franquista a algo solo se puede hacer cuando los elementos previamente identificados de lo que se entiende por franquismo están presentes en esa cosa así calificada. ¿Qué elementos franquistas han conformado y están presentes en el Sistema español de Seguridad Social? No lo explica esa publicidad. Afirmar que la actual Seguridad Social es franquista porque durante aquella dictadura se promulgó la Ley de Seguridad Social ( primero, en 1963, como ley de bases y luego, en 1966, como texto articulado y posteriormente otras muchas normas) es un puro disparate. En puridad,  durante la dictadura franquista no llego a tomar cuerpo una auténtica Seguridad Social porque, entre otras importantes cosas, no se llego a alcanzar ni la universalidad subjetiva de cobertura (toda la población) ni la objetiva (protección frente a todas las contingencias alumbradas por el ideal de cobertura de aquella época). La legislación franquista en esta materia toma las técnicas sobre seguros sociales que estaban en circulación en Europa en un evidente intento de búsqueda de una legitimidad que un régimen impuesto por las armas no tenía, al  tiempo que trataba de responder a los cambios socioeconómicos que se estaban produciendo. En puridad, solo puede se hablar de Seguridad Social en España ya con la democracia. Puesto que la actual Seguridad Social, como no puede ser de otro modo, es fruto de una continua evolución, podría del mismo modo ser calificada de republicana porque también en su origen histórico tiene aportaciones de aquel periodo, como la obligatoriedad empresarial del aseguramiento del accidente de trabajo y de las enfermedades profesionales, hecha en 1932, que todavía hoy subsiste.


Lo que importa es ver si una técnica de protección social responde al concepto de lo que es Seguridad Social o no, y uno de los elementos esenciales de ese concepto es el principio solidario que exige romper la relación sinalagmatica (equivalencia contractual) entre lo que se aporta y lo que se recibe como prestación, para así poder llevar a cabo una redistribución de rentas de los que más tienen en favor de los que menos tienen. Es claro que quien pretenda crear un estado independiente, para buscar legitimación, tiene que ofrecer la creación de un Sistema de Seguridad Social, pero ¿han dicho los independentistas cómo lo van a conformar? ¿Va a ser redistributivo? ¿cómo va a ser la gestión? ¿Van a dar espacio a los fondos de pensiones? ¿Cómo va a ser la financiación, sobre salarios o mediante impuestos? La verdad es que, visto que Convergencia i Unió ha votado primero con el PSOE, pero después con el PP  los mas duros recortes de prestaciones, cabe pensar que una Seguridad Social catalana, si es que mereciese ese nombre, dejaría mucho que desear. Menos todavía gestionada por gente que hace ese tipo de publicidad, porque si algo caracteriza a la Seguridad Social española es su buena gestión.


viernes, 21 de agosto de 2015

LOS ABOGADOS DEL EURO




Una de las comidillas del verano del todo Parapanda están siendo los abogados del capital. Desde las vegas granadinas a Pineda de Marx, pasando por Menorca, los llanos de la Mancha, el norte de Extremadura y las Rías Baixas se comenta con cierta sorna cómo los medios de persuasión del capital entronizan el poderío económico de grandes despachos haciéndolo coincidir de modo automático con la alta solvencia técnica. Muchos paparandeños se parten de risa en tabernas y caminatas por montes y playas cuando mientan las flagrantes derrotas en los tribunales de estos despachos inferidas por abogados sindicales de altos vuelos. El caso Coca Cola sale a relucir más de una vez, pero también otros, como el de los interinos de Castilla-La Mancha despedidos por la sra. De Cospedal. Las risotadas han podido tener graves consecuencias cuando los trabajadores de la pastelería Casa Isla de Santa Fe, al desternillarse de risa, casi se les va de las manos la crema de los piononos, y eso es cosa delicada.

En el ágora del Arco, en plena Vera, algún contertulio apuntó que los periodistas de los grandes medios (y algunas veces de los medios digitales) deberían distinguir entre competencia técnica, que como el valor al soldado, se supone, de la práctica de lobby sobre tribunales y legisladores. Pero eso es quizá hilar muy fino. Como en esta comunidad hay gente muy leída una joven estudiosa sacó a relucir aquel poema de Pablo Neruda del Canto General llamado Los abogados del dólar, una cuyas estrofas dice:

Él sabe quién es sobornable
Él sabe quién es sobornado,
Él lame, unta, condecora,
Halaga, sonríe, amenaza.
Y así vacían por los puertos
Las repúblicas desangradas

Pero la hilaridad generalizada la han provocado los abogados de D. Jaime Botín cuando hicieron aquella pomposa declaración sobre lo queprima facie podría parecer un asunto de contrabando o exportación ilegal del cuadro de Picasso Cabeza de mujer joven. Dijeron estos abogados que ese cuadro, apresado en Córcega en un magnifico yate propiedad de susodicho banquero con bandera en un paraíso fiscal (infierno para la mayoría de la población) de una de las islas del canal de la Mancha, no había sido exportado ni legal ni ilegalmente porque fue pintado y adquirido en el extranjero y nunca ha estado en España. Sobre lo de que nunca ha estado en España discrepan la Junta de Calificación, Valoración y Exportación de Bienes del Patrimonio Histórico y la Audiencia Nacional.  Sobre lo de que había sido pintado en el extranjero la mofa de los contertulios subió de tono porque en Parapanda hasta los niños de pecho saben que ese cuadro fue pintado entre junio y agosto de 1906 durante la estancia de Picasso y Fernande Olivier, su compañera de entonces, en Gósol, provincia de Lérida. Ese fue un periodo fundamental en la evolución del artista que había quedado impresionado por una exposición de arte ibérico que había visto anteriormente en el Louvre. En Gósol simplifica las formas hacia una especie de primitivismo, marca las líneas y abre caminos hacia el cubismo, de ahí la importancia de este cuadro, que como dijo la Junta de Calificación, pertenece a un periodo con poca presencia en España.

Un caustico paparandeño dejó caer si no se habría pasado el sr. Botín a las filas de independentismo catalán pactando alguna ventaja financiera con el sr. Mas. “Habrá que preguntar al candidato Romeva”, añadió, al tiempo que para celebrar la llegada del cuadro al Reina Sofía invitó a otra ronda para toda la barra. Fuera miseria. 


domingo, 16 de agosto de 2015

Sugerencia de lectura: “JULIO CESAR. Un dictador democrático”. (Luciano Canfora)

Todo tiempo es tiempo de lectura, pero es verdad que la liberación de la dictadura de los horarios de trabajo que traen las vacaciones permite, en una mayor dedicación a esta actividad, elegir títulos menos habituales que aquellos de la cotidianeidad. Uno de ellos es el que aquí se sugiere.

 No se trata de una versión novelada de la vida de Cesar como aquella magistral de los últimos meses de su vida, Los idus de marzo, que Thornton Wilder publicara en 1948. Aquí estamos ante un estudio histórico para el que el autor ha analizado críticamente las distintas fuentes que en tiempos de Cesar y en algunos años posteriores se fueron publicando. Canfora, catedrático de filología griega y latina de la Universidad de Bari, hace un profundo estudio en el que coteja versiones de los mismos hechos y la interpretación y opiniones que sobre ellos hicieron varios autores, algunos posteriores, como Séneca, y otros contemporáneos como el ambiguo y torticero Ciceron. Analiza las fuentes que manejaron y los textos que publicaron autores como Asconio, Asinio Polión, Plutarco, Suetonio, Salustio, Tito Livio, Veleyo, Apiano, Dion Casio y tantos otros. Por supuesto, un lugar destacado merece el Corpus cesariano. Cesar escribió mucho sobre hechos de los que era protagonista. Canfora también ha manejado la importante historiografía posterior.

Todo ese esfuerzo es exigido al investigador porque Cesar es uno de esos personajes que se convierten en arquetipo por haber dejado una “vasta huella” en la historia (p. 2) y, con su brillo, ciegan la objetividad del estudioso que acaba seducido por su fascinación, como el gran Mommsen, el maestro del siglo XIX de la historia de Roma, reconoció. Por eso Canfora, desde el inicio, confiesa al lector tener la obligación de acometer su trabajo como una ardua tarea que le libre de ese peligro (p.8).

El subtítulo, un dictador democrático, para la inmensa mayoría de lectores de nuestro tiempo no expertos en las instituciones constitucionales de la República Romana, puede parecer contradictorio, pero tiene su justificación cuando aprendemos con la lectura de esta magnifica obra que la dictadura era una “magistratura extraordinaria, dotada de poderes excepcionales, en sustitución del consulado, a la que se recurría en momentos de especial gravedad”. El recurso a la misma lo decidía el Senado (aunque no siempre hacia el nombramiento del dictador) y tenía carácter temporal (seis meses como máximo) (p. 414).  En una república oligárquica como aquella (como son cada vez más nuestras democracias neoliberales) la dedicación a la política era cosa de una nobilitas patricio-plebeya perteneciente a familias que habían desempeñado desde años atrás altos cargos. Esa nobilitas recurría y controlaba el voto “popular” en tiempo de elecciones. Había un permanente enfrentamiento entre la facción de los optimatesu oligarquía senatorial, que propugnaba una política conservadora, y los populares. Pero ambos grupos en su interior eran heterogéneos y siempre oligárquicos. Julio Cesar, perteneciente a una de las más antiguas familias aristocráticas, se adscribía a los populares y tuvo buen cuidado a lo largo de toda su vida política en mantener los vínculos y el apoyo de aquellas clases. Ese es un rasgo fundamental de su figura, de ahí el oxímoron con el que juega Canfora de un dictador democrático.

Ambos grupos (optimates y populares) competían en el mercado electoral en la compra del voto y para eso hacía falta dinero, mucho dinero, lo que provocaba con frecuencia que los candidatos contrajesen cuantiosas deudas (también suena muy actual).  Un camino para resarcirse de los gastos electorales y poder afrontar las deudas era marchar a una de las provincias del imperio con un cargo político a enriquecerse. Una práctica de la que no escaparon “virtuosos” republicanos como Catón o Bruto, el cesaricida en nombre de la libertad había practicado la usura en su estancia en Grecia. Julio Cesar siempre estuvo bajo sospecha de aprovechar los cargos públicos para aumentar sus recursos.  Sus deudas fueron cuantiosas debido al dispendioso uso que hizo del dinero prestado para ganar elecciones. Pero la cosa podía salir mal si las corruptelas eran denunciadas ante los tribunales en un momento en el que estuviesen más o menos controlados por enemigos políticos. De ahí que cuando un oligarca contraía deudas el mismo Cesar reconociese que la salida era una guerra civil.
De las paginas del libro que aquí se comenta se deduce la continua tensión que se vivía en la Roma de aquella republica oligárquica y corrupta provocada por la lucha entre diversas facciones, que se presentaban todas idealmente restauradoras de los valores republicanos, de la libertas, mientras que la realidad era muy distinta. Poderes personales más o menos fuertes, senadores primus inter pares eran habituales sin que faltasen periodos claros de autoritarismo como el de Sila. No es extraño que en este panorama lo que había en realidad era en una casi interminable guerra civil para cuya solución, para conseguir la pax, se presentaba intermitentemente la alternativa de un poder personal como aquel al que Cesar aspiraba y acabó consiguiendo mediante el nombramiento de dictador vitalicio. Pero eso era una contradicción demasiado fuerte y acabó dando lugar a una conjura entre algunos de los mismos cesaristas y otros que no lo eran, como muy probablemente Ciceron, que acabó con su vida. 

Si el brillo de  Cesar ha cegado estudiosos y atraído a tantos “príncipes”, desde Carlos V a Napoleón que estudiaron con suma atención sus escritos, es debido en gran parte a su extraordinaria peripecia vital. Nacido hacia el año 100 (antes de nuestra era), para salvar su vida, muy joven huye de Roma escapando a la represión de Sila. Pocos años después, cuando va hacia Grecia para dedicarse al estudio, como era común entre la elite romana, fue apresado por piratas. Recuperada la libertad tras pagar un rescate, se lo hizo pagar caro a sus secuestradores con una expedición de castigo pagada con fondos privados. Fue Pontífice Máximo siendo un completo laico educado en la filosofía epicúrea. Ocupó casi todos los cargos importantes de la república con mandato tanto en las provincias orientales como en las occidentales, en concreto en Hispania, lo que le obligaba a estar mucho tiempo fuera de Roma, con finalidades que ya sabemos no solo eran políticas, pero siempre atento a lo que allí sucedía, muy bien informado y actuando a través de sus partidarios. Sin duda el mandato más importante para su futuro fue la asignación del poder militar que consiguió en el año 58 para la conquista de la Galia. La guerra de las Galias está llena de brillantes victorias militares y de episodios negros, como la masacre de poblaciones cercanas a la Helvecia que contrasta con la clemencia que en las guerras civiles usaba con romanos derrotados para tratar de conseguir la paz. Allí cimentó un poder militar que le permitió atravesar el Rubicón a finales del 50 o principios del 49 desencadenando una guerra civil contra el representante de los optimates, Pompeyo, de la que salió victorioso tras duras batallas, como la de Farsalia, en Grecia, la de Alejandría, en donde pasó momentos muy comprometidos y la de Munda, en España, donde ante una situación casi desesperada consideró su suicidio. Precisamente es en Farsalia, ante los numerosos cadáveres del derrotado ejercito de Pompeyo, donde parece que dijo en griego, lo que indica que solo se dirigía a su entorno cercano, algo así como que ellos lo habían provocado porque “me han puesto en una situación de necesidad en la que yo, Cesar, que he conseguido tantas victorias, habría sido incluso condenado por un tribunal en el caso de que hubiese licenciado a mis tropas”(p. 347). Razones personales contra una justicia partidista para justificar una guerra civil. La razón jurídica que alegó para iniciar la guerra con el paso del Rubicón fue de la retirada de los poderes a los tribunos de la plebe ilegalmente hecha por el Senado, lo que le valió a seguir manteniendo el apoyo de las clases populares. Es decir, presenta su lucha como una por la dignitas y la libertas.

El asesinato de Cesar el 15 de marzo del 44 y lo que ocurrió después tiene mucho de dramatismo teatral. Había prescindido de su escolta de lictores,lo que resultó fatal, y en el pórtico del senado recibió 23 puñaladas de los conjurados entre los que estaba Bruto, al que cuando alzaba el puñal le dijo la famosa frase “¿Tu también, hijo?”. Bruto era hijo de Servilia, hermana del anticesariano  Catón con la que Cesar tuvo durante años una pasión amorosa de la que se decía era fruto Bruto. Este mismo, abandonado el cuerpo de Cesar, con otros conjurados se dirigió al monte Capitolino y allí, alzando el puñal ensangrentado, hizo inútiles llamamientos a los ciudadanos para “gozar de la libertad” en una ciudad desierta y con las tiendas cerradas (p. 321). Es una escena casi teatral, como teatrales fueron los funerales. El cadáver de Cesar se volvió contra los conjurados excitando la indignación de las clases populares que si no quemaron las casas de los cesaricidas con troncos ardientes de la pira funeraria fue por la protección que encontraron en un supuesto cesarista: Antonio. Puede que hubiera un cansancio de guerras civiles que, sin embargo, no se cerraron con el asesinato de Cesar. Había otras causas profundas que no se resolvían con la desaparición de una persona, por muy importante que fuera, pero eso ya es otra historia. 


martes, 4 de agosto de 2015

El Café Comercial no debe ser cerrado



La noticia del cierre del Café Comercial ha provocado una conmoción más allá de la ciudad de Madrid en la que este emblemático Café abrió sus puertas hace más de 100 años. El momento del cierre, en plena época de vacaciones estivales y  sin avisar previamente a los trabajadores, no puede ser producto del azar.

Por lo que se deduce de lo que dicen los medios de comunicación, el despido de los trabajadores no es uno de los colectivos, ya que no parece se hayan alegado causas económicas, técnicas, organizativas ni de producción y, además, no se ha seguido el procedimiento previsto para estos casos, lo que provocaría la nulidad de tales despidos. Hay que pensar entonces que se trata de despidos por cese de actividad debido a jubilación o incapacidad del empresario, quién tendría que haberse acogido a las normas de Seguridad Social que regulan esas contingencias. Pero esto significaría que el empresario no es una persona jurídica, una sociedad en alguna de sus formas, porque si así fuera cabe la sospecha que se está preparando algún mecanismo para evitar una sucesión de empresa que impediría los despidos de la plantilla. Todos estos aspectos ya habrán sido estudiados por la asesoría jurídica y sindical a la que se supone habrán recurrido los trabajadores, pero más allá de la vertiente jurídica hay otras consideraciones que deben pesar para que tan emblemático lugar no eche el cierre.

Luís García Montero, con la luminosidad que emana de sus textos, ha escrito a propósito del cierre del Comercial que “es buena la costumbre de encontrar lugares que nos ayuden a identificar la calle como parte de nuestra casa. Me parece el mejor ejemplo del bien común y la vida amable. El bar de la esquina, las tiendas del barrio, el rincón de la plaza y el café de la glorieta son la versión sincera, no burocrática, del carné de identidad. Otorgan una sensación humana de ser y estar, regalan un modesto derecho a la pertenencia mucho más fiable que el ofrecido por las banderas y los patriotismos”. El Café Comercial es una de las señas de identidad de la ciudad de Madrid que en estos tiempos de presente continuo ha sido un eslabón entre generaciones. Jóvenes, medianos y mayores de Madrid y de fuera, coincidían entre sus espejos y mesas de mármol facilitando la transmisión de experiencias y la vigencia de la memoria colectiva. Local y global a la vez, como ahora se usa en decir.

Es, y ya lo digo en presente porque me resisto a que el Comercial entre en el pasado, un lugar en el que tantas personas hemos pasado momentos importantes de nuestras vidas, y en él queremos seguir pasándolas. Amigas y amigos de países europeos, latinoamericanos y de otras latitudes me han llamado por teléfono estos días, azoradas, para preguntarme si era una broma de mal gusto la noticia del cierre. Precisamente uno de ellos, de Buenos Aires, hace pocas semanas tuvo que ir por asuntos profesionales a París en un viaje algo precipitado que le impidió concertar citas con amigos. Como tenía algunas horas entre avión y avión, decidió darse una vuelta por el Comercial porque estaba seguro que encontraría amigos o conocidos con quienes departir un rato en amigable charla. Allí le encontramos el profesor Antonio Baylos y yo mismo, que a nuestra vez estábamos en sesuda conversación con una inteligente y encantadora doctora colombiana, discípula del citado profesor. Tan parte de nuestro mundo es que con los camareros, como pasa con la familia o verdaderos amigos, mantenemos a veces discrepancias. Eso es parte su encanto y su sello de identidad. Hace muchos años, la que entonces era mi esposa que ya por desgracia no está entre nosotros, tuvo delante de mi, que hacia de apaciguador, una viva discusión, áspera en algún momento, en torno a temas musicales con el camarero que atendía nuestra mesa. Pasado un rato el mismo camarero vino y la invitó a ella a otra cerveza como la que estaba tomando (no a mi), advirtiéndola que era él quien invitaba y no la casa, porque una buena discusión como aquella bien la merecía. Uno de esos mismos camareros que el día en que murió Tierno Galván colocaron en la mesa en la que habitualmente se sentaba los periódicos que acostumbraba a leer y no dejaron que nadie la ocupara.


Un lugar así no debe desaparecer. Siempre habrá soluciones jurídico-económicas si hay voluntad de encontrarlas. Otras ciudades ofrecen al viajero buenas practicas ante situaciones similares. La calvinista Ginebra no permitió que un histórico restaurante de la parte vieja de la ciudad acabase convertido en un Starbuck Caffe. En Bolonia la roja, la Osteria del Sole, que se dice ya existía en 1530, amparo y refugio de bebedores de vino y donde no se expende Coca-Cola ni brebaje similar, para gran alegría de la población propia y ajena, fue reabierta intacta tras un cierre temporal, que amenazó ser definitivo. En la reapertura hubo una decisiva mediación de las autoridades municipales y de la Caja de Ahorros de la región. La nacionalizada Bankia, antes Caja Madrid, lavaría muchas de sus culpas pasadas si siguiese el ejemplo de su colega boloñesa implicándose para mantener vivo el Comercial. El Ayuntamiento de Madrid seguro que también tendrá algo que decir y hacer ante el clamor público interclasista de que el Café Comercial no debe ser cerrado.