Joaquín Aparicio Tovar
El candidato al Congreso de los Diputados Joan Coscubiela ha anunciado hace unos días que impulsará, si es elegido, la tramitación parlamentaria de un proyecto de ley que penalice la xenofobia y el racismo. Es una iniciativa necesaria en extremo ante la deriva que está tomando nuestra democracia. Es cierto que los problemas sociales, como algunos que subyacen a la xenofobia, no se arreglan solo con leyes, pero no lo es menos que las leyes, y en particular las leyes penales, deben de expresar la ética de nuestro tiempo que oriente el comportamiento de todo@ los ciudadan@s . Los desvalores más inaceptables en una convivencia civil son los que merecen el rechazo de la sanción penal, y el racismo y la xenofobia son algunos de esos desvalores. Hay que recurrir a la reacción penal cuando personas que ocupan cargos públicos hacen declaraciones xenofóbicas o abiertamente racistas y, al mismo tiempo, dicen estar ejerciendo un derecho democrático de libertad de expresión, así como dicen pertenecer a partidos democráticos que tienen la libertad como enseña (especialmente la libertad de mercado). Es una corrupción de la democracia, pues ante todo la democracia se basa en la igualdad y en la común dignidad de los seres humanos.
Las declaraciones que denigran a quienes son diferentes, las actitudes y las acciones violentas que de modo inevitable les siguen, son manifestación de un grave mal social que con la crisis amenaza con extenderse. No es incoherente que los que se niegan a recordar los horrores del fascismo que todavía hoy mantiene en fosas clandestinas a miles de asesinados por las tierras de España, sean los que amparen y alienten aquellas actitudes. Eso constituye la primera y taimada corrosión de los valores que deben iluminar una sana convivencia democrática.
Los que quieren olvidar aquellos horrores quieren evitar las preguntas ¿cómo pudo ocurrir? ¿cómo algunos seres humanos llegaron a tal grado de abyección? Mucho se ha escrito, pero ahora y aquí recordamos un párrafo del prólogo de la novela de Primo Levi Si esto es un hombre. Primo Levi era un ciudadano de Turín que fue deportado al campo de extermino de Auschwitz en 1944 y fue de los pocos que sobrevivió. En 1958 escribió estas palabras : “Este libro mío, por lo que se refiere a detalles atroces, no añade nada a lo ya sabido por los lectores de todo el mundo sobre el inquietante asunto de los campos de destrucción. No lo he escrito con intención de formular nuevos cargos; sino más bien de proporcionar documentación para un estudio sereno de algunos aspectos del alma humana. Habrá muchos, individuos o pueblos, que piensen, más o menos conscientemente, que “todo extranjero es un enemigo”. En la mayoría de los casos esta convicción yace en el fondo de las almas como una infección latente; se manifiesta sólo en actos intermitentes e incoordinados, y no está en el origen de un sistema de pensamiento. Pero cuando éste llega, cuando el dogma inexpresado se convierte en la premisa mayor de un silogismo, entonces, al final de la cadena está el Lager. La historia de los campos de destrucción debería ser entendida por todos como una siniestra señal de peligro.”
Las declaraciones que denigran a quienes son diferentes, las actitudes y las acciones violentas que de modo inevitable les siguen, son manifestación de un grave mal social que con la crisis amenaza con extenderse. No es incoherente que los que se niegan a recordar los horrores del fascismo que todavía hoy mantiene en fosas clandestinas a miles de asesinados por las tierras de España, sean los que amparen y alienten aquellas actitudes. Eso constituye la primera y taimada corrosión de los valores que deben iluminar una sana convivencia democrática.
Los que quieren olvidar aquellos horrores quieren evitar las preguntas ¿cómo pudo ocurrir? ¿cómo algunos seres humanos llegaron a tal grado de abyección? Mucho se ha escrito, pero ahora y aquí recordamos un párrafo del prólogo de la novela de Primo Levi Si esto es un hombre. Primo Levi era un ciudadano de Turín que fue deportado al campo de extermino de Auschwitz en 1944 y fue de los pocos que sobrevivió. En 1958 escribió estas palabras : “Este libro mío, por lo que se refiere a detalles atroces, no añade nada a lo ya sabido por los lectores de todo el mundo sobre el inquietante asunto de los campos de destrucción. No lo he escrito con intención de formular nuevos cargos; sino más bien de proporcionar documentación para un estudio sereno de algunos aspectos del alma humana. Habrá muchos, individuos o pueblos, que piensen, más o menos conscientemente, que “todo extranjero es un enemigo”. En la mayoría de los casos esta convicción yace en el fondo de las almas como una infección latente; se manifiesta sólo en actos intermitentes e incoordinados, y no está en el origen de un sistema de pensamiento. Pero cuando éste llega, cuando el dogma inexpresado se convierte en la premisa mayor de un silogismo, entonces, al final de la cadena está el Lager. La historia de los campos de destrucción debería ser entendida por todos como una siniestra señal de peligro.”
1 comentario:
No se en si a que quiere llegar con este proyecto de ley pienso que falta un poco más de argumentaciones para plantearlo.
Publicar un comentario