No cabe duda de que con la moción de
censura que ha derribado al Gobierno del PP pareciera como si en la sociedad
española se hubieran abierto ventanas que dejan correr un aire fresco que se
lleva el putrefacto olor de la corrupción. Es perceptible que se extiende la
esperanza en dejar atrás un tiempo oscuro, en muchas cosas parecido a aquel
tiempo de silencio que magistralmente describiera Martín Santos. A los
Gobiernos hay que juzgarles por sus hechos y ya veremos el juicio que nos
merece este nuevo, pero por el momento ya hay algún hecho que es motivo de
satisfacción como es que el trabajo haya recuperado su Ministerio. Cuando allá
por 2011 el PP llegó al poder (estos siete años parecen un siglo) una de sus primeras
medidas fue cambiar el nombre del Ministerio de Trabajo por el de Empleo.
En aquel entonces en esta bitácora
escribimos: “Alguien puede pensar que en
unos tiempos en los que las palabras se corrompen para ocultar la realidad da
un poco lo mismo cómo se nomine un Ministerio, pero no es así. Si se corrompen
las palabras es para corromper las ideas, para construir la realidad al gusto
de quienes las pervierten o para expresar opciones valorativas determinadas, como es el caso de la
desaparición del Ministerio de Trabajo. Este Ministerio se creó en 1920, cuando
las clases dominantes de la restauración borbónica decidieron unificar desde
este departamento la acción pública que respondiese con algunas reformas a la
llamada “cuestión social”. Aquellos años
estaban dejando en España una oleada de agitación social que no podía parar la
mera represión. 1917 fue un año especialmente agitado en el que una gran huelga
fue la respuesta de la clase obrera, harta de soportar la carestía y el aumento de precios de los
alimentos que trajo consigo la exportación a los países contendientes en la
Primera Guerra Mundial que con escarnio enriquecía a una élite.
Desde
entonces el Ministerio de Trabajo, aún con otros nombres añadidos, ha existido
siempre, cualquiera que fuese la forma
que adoptase la estructura administrativa del Gobierno en todos los periodos y
regímenes que desde aquel año han existido en España: la restauración borbónica
en régimen caciquil , la dictadura de Primo de Rivera, la II República, el franquismo,
la transición, la monarquía parlamentaria constitucional con sus diversos periodos de gobiernos de
centro, socialistas, derechas, socialistas de nuevo. Hasta la semana pasada en
la que lo que era una Secretaría de Estado de Empleo dentro del Ministerio de
Trabajo se ha convertido en el Ministerio eliminando el trabajo. Es un cambio
que tiene que ver con un enfoque erróneo de la actual situación.
Nadie
duda que el desempleo es el más grave problema de la sociedad española, pero es
evidente que si los desempleados aspiran a trabajar es porque hacerlo es el
modo de obtener una vida digna. Es el modo en el que la inmensa mayoría de los
comunes mortales consiguen, no solo los recursos necesarios para la
subsistencia, sino la sociabilidad que les hace gozar de los bienes de la
ciudadanía. Los modos de trabajar pueden ser diversos, por cuenta propia o por
cuenta ajena, pero siempre es necesario proteger a la persona que trabaja,
porque la mercancía trabajo, objeto del contrato que lleva ese nombre, es tan delicada
porque es inseparable de la persona que trabaja. No cualquier forma de trabajar
vale, lo que quiere decir que es el trabajo el valioso y codiciado bien que es
necesario proteger, que tiene que estar en el centro de la valoración social.
Hacer evidente esta gran verdad ha costado titánicos esfuerzos a generaciones
pretéritas que ahora parece que con el chantaje del empleo se quieren mandar al
cubo de la basura de la historia.
Algo
más del veinte por ciento de la población activa está hoy desempleada, lo que
es un drama, pero eso quiere decir que el ochenta por ciento está ocupada ¿Es
aceptable que en nombre de la noble lucha contra el desempleo desatendamos las
tutelas que protegen a la persona que trabaja?
¿Es aceptable que la política de empleo tenga tal preeminencia que en la
organización administrativa española desplace al trabajo? No es aceptable
porque una política de empleo digna de ese nombre, es decir una política
orientada al pleno empleo como nuestra constitución impone a los poderes públicos,
solo puede hacerse desde orientación más general de la política económica y no
con medidas ancilares de corte laboral.
Ya se anuncia la degradación aún mayor del trabajo cuando el nuevo
ministro de Economía ha fijado entre sus prioridades modificar “el mercado
laboral”, es decir, reducir el trabajo a una mercancía mas maleable, como si los trabajadores fueran
los causantes del desempleo. Es una hipocresía aplicar una política económica
(control del déficit público, austeridad, debilitación de lo público y de los
servicios sociales) que está demostrado no crea empleo, para a reglón seguido
degradar las escasas garantías que protegen el trabajo con la excusa de mejorar
el empleo. Hasta las personas más ingenuas se dan cuenta que de todo ello es
aprovechar el miedo de los trabajadores al despido para aumentar la tasa de
explotación en favor de las clases sociales que nos han llevado a esta crisis.
Por eso, señora Ministra no es el empleo, sino el trabajo y su valoración el
problema más grande que tenemos en
España.
Efectivamente, con la reforma de 2012 el
trabajo fue degradado y la opinión mayoritaria (pero no unánime) de los
Magistrados del Tribunal Constitucional, encabezados por su presidente de
entonces, convalidó la infravaloración constitucional del trabajo. Hoy el
trabajo ha recuperado el rango ministerial y al frente del renacido Ministerio
de Trabajo está Magdalena Valerio, una mujer de firmes convicciones
democráticas desde su juventud, comprometida en la lucha por los derechos
sociales, que no ha demonizado nunca el conflicto, al contrario, lo considera
parte del dinamismo de las relaciones laborales y protegido como derecho
fundamental. No es mal inicio de esta nueva etapa, todo lo contrario, es un
buen inicio, pero ya veremos cómo discurren las cosas en los próximos meses. En
la esfera de Parapanda estaremos atentos.
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