Versión escrita en español de mi intervención oral en inglés en la sesión de clausura del Seminario de Derecho Social Comparado de Pontignano-Montepulciano II, que tuvo lugar el 18 de julio de 2008, en la sede del Palazzo del Capitano del Popolo de esta última ciudad.
Estos días hemos estado discutiendo sobre “Acción Colectiva”. Acción Colectiva no es una expresión neutra, por supuesto, porque bien sabemos que las palabras jamás son neutrales, incluso más, no son inocentes, pero en si misma “acción colectiva”, no es muy emocional.
Sin embargo, emociones han estado presentes estos días en nuestro trabajo. ¿Por qué? En mi opinión porque nuestras reflexiones han estado centradas en una muy especial clase de acción colectiva: La huelga. Huelga es una palabra llena de emotividad. Más allá de cualquier definición canónica, la palabra huelga provoca tanto en el que la pronuncia como en el que la oye una conmoción y, por lo mismo, una aproximación a su concepto no meramente racional. Lo mismo ocurre con otras palabras con las mantiene una estrecha relación como, por ejemplo, esquirol, scab, black-legs.
Nosotros, en tanto que juristas, trabajamos con palabras, por eso, para hacer bien nuestro trabajo tenemos que ser muy respetuosos con los diferentes significados y emotividades de las palabras. Nombrar algo es hacer inteligible una realidad, en cierto modo, en nuestro campo de conocimiento, puede llegar a construirla.
Strike, greve, sciopero, huelga, tienen distintas raíces etimológicas, sin embargo en inglés, francés, italiano o español llevan consigo la misma carga emotiva porque es una palabra usada para nombrar una rebelión contra un orden socialmente establecido. Debemos recordar que la relación de trabajo es una relación entre uno que tiene poder (empresario) y otro que no lo tiene (trabajador), pero al ser un poder construido socialmente la huelga puede ir, y de hecho siempre va, más allá de la mera relación contractual. Si olvidamos todo esto, incluida su dimensión emotiva, no entenderemos que es la huelga.
La huelga, como una forma de rebelión, nació fuera del derecho, es más, nació contra el derecho, porque a comienzos de la revolución industrial el orden social existente era a nuestros ojos de ciudadanos del siglo XXI, injusto.
El código genético de la huelga muestra al menos dos cosas:
1.- Es imposible para el derecho establecer de modo general y abstracto una previsión reguladora del fenómeno de la huelga. Los hechos desbordan al derecho, por tanto si miramos la huelga exclusivamente desde el prisma de la legalidad para constreñir toda su complejidad y encerrarla en los esquemas preestablecidos por los ordenamientos jurídicos cometeremos un grave error.
2.- La huelga puede ser usada de muchos modos, pero uno de ellos, puede que el más importante, es que es un muy útil instrumento para remover obstáculos en el camino hacia la igualdad en un orden social todavía hoy no muy justo en Europa, en donde soplan vientos que empujan a la regresión en derechos sociales tan difícilmente ganados. Es un derecho de ciudadanía ligado a la acción sindical que va más allá de la relación contractual entre empresario y trabajador.
Estos días hemos estado discutiendo sobre “Acción Colectiva”. Acción Colectiva no es una expresión neutra, por supuesto, porque bien sabemos que las palabras jamás son neutrales, incluso más, no son inocentes, pero en si misma “acción colectiva”, no es muy emocional.
Sin embargo, emociones han estado presentes estos días en nuestro trabajo. ¿Por qué? En mi opinión porque nuestras reflexiones han estado centradas en una muy especial clase de acción colectiva: La huelga. Huelga es una palabra llena de emotividad. Más allá de cualquier definición canónica, la palabra huelga provoca tanto en el que la pronuncia como en el que la oye una conmoción y, por lo mismo, una aproximación a su concepto no meramente racional. Lo mismo ocurre con otras palabras con las mantiene una estrecha relación como, por ejemplo, esquirol, scab, black-legs.
Nosotros, en tanto que juristas, trabajamos con palabras, por eso, para hacer bien nuestro trabajo tenemos que ser muy respetuosos con los diferentes significados y emotividades de las palabras. Nombrar algo es hacer inteligible una realidad, en cierto modo, en nuestro campo de conocimiento, puede llegar a construirla.
Strike, greve, sciopero, huelga, tienen distintas raíces etimológicas, sin embargo en inglés, francés, italiano o español llevan consigo la misma carga emotiva porque es una palabra usada para nombrar una rebelión contra un orden socialmente establecido. Debemos recordar que la relación de trabajo es una relación entre uno que tiene poder (empresario) y otro que no lo tiene (trabajador), pero al ser un poder construido socialmente la huelga puede ir, y de hecho siempre va, más allá de la mera relación contractual. Si olvidamos todo esto, incluida su dimensión emotiva, no entenderemos que es la huelga.
La huelga, como una forma de rebelión, nació fuera del derecho, es más, nació contra el derecho, porque a comienzos de la revolución industrial el orden social existente era a nuestros ojos de ciudadanos del siglo XXI, injusto.
El código genético de la huelga muestra al menos dos cosas:
1.- Es imposible para el derecho establecer de modo general y abstracto una previsión reguladora del fenómeno de la huelga. Los hechos desbordan al derecho, por tanto si miramos la huelga exclusivamente desde el prisma de la legalidad para constreñir toda su complejidad y encerrarla en los esquemas preestablecidos por los ordenamientos jurídicos cometeremos un grave error.
2.- La huelga puede ser usada de muchos modos, pero uno de ellos, puede que el más importante, es que es un muy útil instrumento para remover obstáculos en el camino hacia la igualdad en un orden social todavía hoy no muy justo en Europa, en donde soplan vientos que empujan a la regresión en derechos sociales tan difícilmente ganados. Es un derecho de ciudadanía ligado a la acción sindical que va más allá de la relación contractual entre empresario y trabajador.
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