Ayer sábado, 25 de agosto, el mismo día que se celebraba el 68 aniversario de la liberación de París en el que por primera vez se reconocía y honraba a los republicanos españoles que entraron los primeros en la ciudad con los tanques de la división Leclerc, fallecía Paco Fernández Buey, una de las personas imprescindibles. Muchos en la meseta no tuvimos el privilegio de tratarle en persona, pero eso no era obstáculo para sentirle como alguien próximo, porque en sus en sus escritos se traslucía una bondad que hacía sentir al lector la presencia cordial de un compañero y amigo. Un amigo empeñado en las más hermosas utopías en las que todo ser humano se puede reconocer.
Su cultura inmensa iba acompañada de una enorme curiosidad y honestidad intelectual. Es una delicia, por ejemplo, leer sus páginas sobre la cultura y el arte del quattrocento italiano en las que reflexiona sobre la visión de los pintores de la ciudad ideal. Era un maestro en tantas cosas, pero sobretodo en alentar una conciencia crítica que no renuncia a llamarse comunista pero se aleja del dogmatismo y autoritarismo. Con cierta tristeza uno se siente inclinado a pensar que con las pérdidas de gente como Sacristán, Vázquez Montalbán y ahora Fernández Buey son muchas las pérdidas de personas imprescindibles, pero como se nos anima en el blog hermano Metiendo Bulla, nos quedan sus escritos y su enseñanzas.
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