Joaquín Aparicio Tovar
Beveridge afirmaba que
lo más importante para abolir los
estados de necesidad en que los ciudadanos inevitablemente se encontrarán en
algún momento a lo largo de su vida es la decisión política que en ese sentido
adoptase el Gobierno. Una vez tomada esa decisión ( “la opción por la Seguridad Social ”,
por decirlo con palabras de Alonso
Olea), lo demás es asunto administrativo
y de gestión. Con el nombramiento de una Comisión de Expertos, el Gobierno ha
querido hacer la trampa de ocultarse tras ella y presentar como una necesidad
técnica (por tanto indiscutible) lo que es una opción política en la nueva
reforma de las pensiones que está exigiendo la Comisión Europea.
Pero hay que hacer algunas precisiones. La opción por la Seguridad Social
ya no está en manos de este Gobierno ni de la Comisión Europea ,
es una opción que hizo el constituyente de 1978 que no está afectada por las
competencias de atribución a la
UE. El art. 41 de la Constitución
(ignorado, por cierto, en el informe aprobado por 10 de los 12 miembros de la
citada Comisión) dice: “Los poderes
públicos mantendrán un régimen público de Seguridad Social para todos los
ciudadanos, que garantice la asistencia y las prestaciones sociales suficientes
ante los estados de necesidad…”, tal vez por eso el informe haga varias veces
alusión a que las decisiones en materia de pensiones deben de adoptarse
“por canales democráticos”. Faltaría
más. Podría benévolamente pensarse que ese informe no es más que una
contribución técnica para que los poderes públicos puedan cumplir con la
obligación que les impone la Constitución. Pero no es así. Con el informe ya
se están marcando las cartas con las que se pretende hay que jugar. Un recto proceder habría sido el contrario.
Primero el acuerdo político y social en el que el Gobierno presentase sus
propuestas y, después, los auxilios técnicos, caso de necesitarse.
Parte el informe de la confusa tautología de
que sostenibilidad “es que el sistema se sostenga por si mismo”¿Cómo por sí
mismo? El Sistema de Seguridad Social se mantiene por las aportaciones hechas
por los sujetos obligados a hacerlas a través de diversos medios. Hasta ahora
el Sistema, a pesar de las apocalípticas predicciones de “expertos” hechas en
el pasado, se mantiene con aceptable buena salud. Pero los “expertos” que se
confundían en pronosticar su ruina Sistema, no se confundían en lo tocante al
dominio ideológico para crear en la población una falsa conciencia sobre la
futura quiebra de la Seguridad Social ,
una especie de terror. Y en esas fuentes bebe el informe. Su objetivo es
diseñar el llamado Factor de
Sostenibilidad. Para ello parte de una
premisa capciosa contra el sistema de reparto, cual es que “un sistema
de reparto intergeneracional …contiene elementos potenciales de inestabilidad o
desequilibrio” (p. 4). Pasa por alto que
para que las potencialidades lleguen a acto tendría que haber una voluntad
política negligente de los mandatos constitucionales, es decir, actuar contra la Constitución. Y ,
desde luego, no es el Factor de
Sostenibilidad la única opción para evitarlo.
El Factor de Sostenibilidad ofrecido consta de dos elementos, por una
parte el Factor de Equidad Intergeneracional
de las nuevas pensiones de jubilación y, por otra, el Factor de Revalorización Anual de todas las pensiones. El FEI trata de “proteger al sistema de
pensiones de la incidencia sobre el mismo de la mayor longevidad de los futuros
jubilados” (p.10). Puesto que los longevos se aprovechan más del sistema hay
que penalizarles con un coeficiente reductor en el cálculo inicial de su
pensión. Lo sorprendente es que se dice que eso se hace por equidad, porque los
que se jubilaron antes tienen una esperanza de vida menor y se aprovecharan
menos del sistema. Pero esto es ir en contra de la esencial idea de la
sociabilidad del riesgo porque se culpabiliza al anciano de serlo. Habría que
recordar, además, que la esperanza de vida no quiere decir que los sujetos protegidos
(concepto desconocido por redactores mayoritarios en el informe), que son
siempre personas de carne y hueso, vayan a vivir esos años, algunos ni de lejos
lo harán, pero les perjudicó pertenecer a una cohorte a la que el Instituto
Nacional de Estadística atribuyó (con
razón o sin ella) una esperanza de vida más larga que a la anterior. Se
presenta como una gran ventaja que “el ciudadano disponga de herramientas
suficientes para prever las consecuencias de este (el FEI) sobre su pensión, y actuar individualmente si lo desea” (p.
12), es decir, contratar un fondo de pensiones o trabajar más años. El FRA es el mecanismo que se propone para
la revalorización de las pensiones en
sustitución al IPC. Consta de varios elementos, pero se pueden resumir en la
diferencia entre ingresos y gastos. Cuando haya menos ingresos en el sistema,
la revalorización de las pensiones será menor, y cuando aumenten, mayor. De
nuevo se mira al equilibrio del sistema y no al sujeto para el que se creó.
Como el propio informe dice: “el FS
nace para moderar el crecimiento de las pensiones si los recursos del sistema
no son capaces de soportar un crecimiento mayor” (p. 30) y, de ese modo,
cumplir con el art. 135 de la
Constitución , que hay que recordar es aquel reformado por el
PSOE y el PP de forma artera en 2011 para garantizar que los tenedores de la
deuda pública (a la que se reconvierte
la privada que conviene a los poderes financieros) cobren con preferencia sobre
el resto de las obligaciones del Estado, especialmente las que se derivan de
las prestaciones sociales.
Muchos aspectos del
informe no pueden tratarse aquí. Pero conviene destacar que está en la onda de
deconstrucción del Sistema de la Seguridad Social. Se habrá observado que no se
habla de pensión de jubilación dentro del Sistema de la Seguridad Social ,
sino de sistema de pensiones. No existe un “sistema de pensiones”. Sistema solo
puede predicarse del de la
Seguridad Social. Las únicas referencias que los 10 expertos
que lo suscriben hacen a ella es cuando se refieren de modo vulgar ( impropio
de unos expertos) a sus Entes Gestores o Servicios Comunes, al pedir que la
“Seguridad Social” informe a los pensionistas sobre el monto de su pensión y el
modo de calcularla, cuando deberían haber dicho Instituto Nacional de la Seguridad Social
o Tesorería General de la
Seguridad Social. No es casual que se trate de evitar
cualquier referencia a la
Seguridad Social , porque de hacerlo tendrían que enfrentarse
con que es “una función del Estado”, como ha dejado claro el Tribunal
Constitucional. Lo que distingue a la Seguridad Social
de cualquier otro medio de atención de las situaciones de necesidad es tanto el
modo como provee las prestaciones, como, y sobre todo, el fin que pretende
conseguir, que no es otro que la igualdad real de los individuos, ahora
tratados como sujetos protegidos. Para conseguir la igualdad no basta con la
provisión de prestaciones mínimas, sino que han de ser “suficientes”. Entonces
está clara la estrecha relación de los arts. 1.1 (Estado Social y Democrático),
9.2 (obligación de los poderes públicos de remover los obstáculos que impiden
la igualdad real) y 41 (obligación de los poderes públicos de mantener el
Sistema de Seguridad Social que garantice prestaciones suficientes ante los
estados de necesidad), todos ellos de la Constitución. Lo que quiere decir que
para conseguir la suficiencia de las prestaciones el Estado está obligado, sea
como sea, a encontrar los recursos suficientes. Es claro que son cuantiosos,
pero llevar el debate, como se está haciendo desde algunos años, a los medios
(los recursos y las formas de su obtención) para cuestionar el fin, es un claro
error interesado.
Uno de los aspectos del
citado error es haber ido entrando, desde el primer Pacto de Toledo, poco a
poco en la jaula de la contributividad. Cosa que permea a lo largo del informe
que aquí se comenta. Esa jaula consiste en entender que el grueso de las
prestaciones, las que se dan sin comprobar el estado personal de necesidad,
tienen que financiarse con cuotas calculadas sobre los salarios. Dado que el
principio de solidaridad exige que la Seguridad Social
funcione de acuerdo con el sistema financiero de reparto (los actuales activos
financian las prestaciones de los actuales pasivos), si los salarios caen y el
número de desocupados aumenta, es claro que la financiación se resiente. Mucho
más si también aumenta el número de pasivos. Pero no está establecido en parte
alguna que este modo de financiación sea inmutable. Aún sin crisis, si con menos trabajadores,
por introducción de nuevas tecnologías, por ejemplo, se pueden producir más
bienes y servicios en las empresas, ¿no parece razonable que ese aumento de la
productividad tenga una repercusión en una contribución al sostenimiento de la Seguridad Social
por un tributo afectado a ese fin? Lo que se quiere decir es que elevar la
contributividad a criterio principal, pero en la práctica casi único, de
financiación de las llamadas prestaciones contributivas lleva a casi
inevitablemente a dificultades de sostenibilidad porque tiende a bloquear
nuevas vías de obtención de ingresos y cada pocos años estaremos en el ritornello de las reformas que,
inevitablemente, pedirán reducción de las prestaciones en aras de la
sostenibilidad. Es, además, una idea
falsa de Seguridad Social, que la confunde con la de Seguro. Induce, en
adición, en muchos perceptores de las prestaciones a una equivocada idea de que
su pensión es fruto de su contribución y a ella tiene que estar directamente
ligada, cuando no es así en un sistema de solidaridad intergeneracional e
intrageneracional como el de todos los Sistemas de Seguridad Social que
merezcan ese nombre.
Cuando la pensión
contributiva media en España es de 785,83 €,
(364,70 € las no contributivas), el 77% de los pensionistas no llega a
una pensión de 1000 € y el 26% de los hogares tiene como referencia a una
persona pensionista, cualquier idea de la sostenibilidad del Sistema que
implique una la reducción de las prestaciones, o aumente a los excluidos, tiene
que movilizar el elemental sentimiento de rebeldía contra la injusticia que
debería animar a todos los que comparten las ideas emancipadoras de un
sindicato de clase. Puestos a mejorar ahora mismo la sostenibilidad del Sistema
es urgente acabar con la solidaridad inversa (los que menos tienen pagan más en
términos porcentuales que los que más tienen) que supone la existencia del tope
de cotización de 3.425, 70 € al mes. Todos los que ganan menos de esa cantidad
cotizan por el 100% de su salario, pero los que ganan más, a partir de esa
cifra ya dejan de contribuir al sostenimiento del Sistema. Una gran injusticia
que hace tiempo que debería de haberse corregido. Es solo una muestra de que es hora ya de, a
partir de un correcto entendimiento de lo que es Seguridad Social, actuar sobre los ingresos, no sobre los
gastos, y en ese punto hay una amplia gama de posibilidades para actuar. Pero
también es necesario replantear toda la política económica (no solo social)
para ir al pleno empleo, una vez existente en Europa y dinamitado por la
voluntad política de una clase social dominante que entendía se había ido
demasiado lejos en la redistribución de rentas.
3 comentarios:
Un articulo excelente: profundo, bien estructurado y que entra en los diversos fondos del asunto. Enhorabuena.
Un articulo excelente: profundo, bien estructurado y que entra en los diversos fondos del asunto. Enhorabuena.
Totalmente de acuerdo con el comentario anterior, fue un excelente articulo.
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