Un correo de Matías
Movilla me ha hecho llegar la
noticia de la muerte de Nacho
Montejo esta tarde. Luego un
mensaje de Román Gil, que
me ha enviado una necrológica con Manuela
Carmena y Juan Puig de la
Bellacasa .
Lo he conocido desde hace tanto tiempo que ya no lo
recuerdo. Era el abogado joven, intuitivo, simpático, que gozaba del aura de la
resistencia frente a la represión. En 1975, cuando yo acababa quinto de
derecho, vi por primera vez su nombre ligado a otros que eran para mí
referencias ineludibles de abogados
y abogadas comprometidas con la democracia y el socialismo: Manuela Carmena, Cristina Almeida,
Manolo López, Lola González Ruiz, Juanjo del Águila, Rafa Zorrilla, Jaime Axel,
Javier Sauquillo, Nacho Salorio, Cristóbal González, Jose María Mohedano, Román
Oria, Diego Carrasco, Luis Ramos. Le
frecuenté muchas veces de lejos, le escuché en el despacho de Españoleto, y
reforcé mi relación con él cuando el despacho de Bilbao, con Ricardo Bodas, Emilio Palomo y
Pablo Aramendi, un cuarteto
que además de ejercer una inmensa labor de defensa de los trabajadores y
trabajadoras, puso en práctica una revista emblemática, 35 horas, en la que yo
colaboré durante su corta vida. Son incontables los encuentros en el Comercial
– recuerdo las conversaciones sobre la creación del sindicato de actores – o en
tantos otros cafés, restaurantes, bares, en muchos de ellos con Enrique
Lillo y con Nieves San Vicente. Y más allá, las comidas en su
casa o sus divertidas fiestas en su casa, especialmente en Nochevieja. Siempre
acogedor, hospitalario, camarada.
No había una
iniciativa de defensa de los trabajadores y de la democracia en el ámbito del
derecho que no fuera organizada y dirigida por él. Jornadas, asociaciones – la
de abogados laboralistas de Madrid – iniciativas, panfletos y anuncios en El
Pais siempre subvencionados por él. Defendía la necesidad de que cualquier
persona pudiera ser representado y defendido dignamente, y luchó por garantizar
esa libertad frente al poder público, frente a los tribunales, frente a
cualquiera que lo impidiera.
Desde la creación
de Bomarzo y la Revista
de Derecho Social, fue un entusiasta participante de las Jornadas de Albacete.
Intervenía siempre, actuaba, mantenía la línea política que convenía, sugería.
Expresaba también sus fobias, era vehemente. Ante todo libre. Un hombre libre.
Muchos – en la derecha, pero también entre la propia o soi disantizquierda – le
criticaban. No soportaban su capacidad de ser feliz porque era libre. Libre y
solidario. Como muy poca gente he conocido.
Nacho Montejo era mi amigo. Y estoy desolado porque ya no esté ahí, como
siempre, al volver de una esquina en el barrio, en la sesión matinal de las
Jornadas de Albacete, respondiendo al teléfono sobre cualquier cuestión,
atendiendo a algún cliente que le envío. Triste porque nunca pensé que podría
estar escribiendo una nota en su memoria para mi blog. Abatido porque hemos
perdido a una persona irrepetible y necesaria. Conmovido por su ausencia,
demasiado grande que nos deja un vacío inmenso en estos tiempos sombríos.
2 comentarios:
Los Mejores se van.asta siempre....
Gran trabajo el que nos compartes, un gusto visitarte.
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