Hace 40 años,
la avaricia de unos depredadores, la traición de unos serviles, la
infamia de unos malvados y la hipocresía de unos pusilánimes rastreros
hundieron a sangre y fuego en Chile las aspiraciones de un pueblo a vivir con
dignidad. Las huellas de la dictadura y del neoliberalismo que implantó siguen
presentes en tan hermoso país, aunque hoy hay una efervescencia que no había en
muchos años y algo más que la sanción moral cayó sobre algunos sapos iscariotes
de aquella repugnante dictadura. Conviene recordar hoy el mensaje que
Salvador Allende hizo poco antes de morir:
¡Trabajadores
de mi patria!: Tengo fe en Chile y en su destino. Superarán otros hombres este
momento gis y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes
sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por
donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.
¡Viva Chile,
viva mi pueblo, vivan los trabajadores!
Estas son mis
últimas palabras, teniendo la certeza de que mi sacrificio no será en vano.
Tengo la certeza de que , por lo menos, habrá una sanción moral que castigará
la felonía, la cobardía, la traición.
La traición,
la felonía imperan hoy en Europa y en particular en España en la que un partido
corrupto gobierna traicionando sus promesas electorales. Tienen que abrirse
también en España las grandes alamedas por las que pase el aire limpio y detrás
una gigantesca muchedumbre alegre y fraterna para la que este periodo sea
solo una pesadilla de una casi olvidada noche con resaca.
Joaquín
Aparicio Tovar. Santiago de Chile, 26 de septiembre de 2013.
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