Marcos Ana ha muerto, pero su ejemplo sigue
vivo. Aquí reproducimos esta carta suya a los voluntarios de las Brigadas
Internacionales
Queridos
camaradas:
Me gustaría
escribiros a cada uno en vuestro propio idioma, o que todos
recordarais el español para poder expresaros más directamente el
cariño y la admiración que siento por vosotros. Los idiomas deberían ser
universales, como es el amor, la música o los grandes ideales. Sin embargo,
durante el homenaje de noviembre, siempre que nos encontramos, utilizamos un
idioma común a nuestros corazones, el idioma de la solidaridad humana, el
lenguaje diferente y único de las Brigadas Internacionales. Y basta mirarnos,
darnos un abrazo, para saber, sin decir una palabra, que somos
hermanos, ramas de un mismo tronco, hijos de una misma lucha por la libertad y
la dignidad humana. Esta admiración, que crece en mí cada día, viene desde muy
lejos, cuando mi juventud nacía y mi corazón era un adolescente
miliciano.
Y yo ya no
sé si admiro más en vosotros vuestra lucha heroica y romántica de ayer, cuando
veníais a ofrecernos la vida si era necesario, o el hecho ejemplar de no
haber dejado parados vuestro corazón y vuestra historia
en las páginas del pasado y, 60 años después, algunos ya encorvados por el peso
de la edad o de las enfermedades, continuar la lucha, con armas diferentes,
pero con los mismos ideales, sin cambiar vuestro corazón de sitio. Vuestra
consecuencia y lealtad es también un ejemplo para todos en este momento, cuando
los metafísicos de la desesperanza devalúan las ideas o van a la deriva ante
naufragios inesperados o decepciones personales o colectivas. Los
hombres pueden equivocarse, fracasar, incluso traicionarse a sí mismos, pero
las ideas permanecen, están por encima de las circunstancias. Y los nobles
ideales por los que vosotros luchasteis y muchos dieron su vida, seguirán
abriendo camino al porvenir y alcanzarán un día la victoria. Si no lo vemos
nosotros, lo verán nuestros hijos; pero es necesaria e inevitable, frente a
esta sociedad insolidaria, una nueva primavera del mundo.
España ha
demostrado una vez más que no os olvida. Y en tal medida que a todos nos
sorprendió la clamorosa bienvenida que recibisteis. En medio de ese clamor
popular y precisamente por eso no faltaron los que quisieron ignorarlo o
falsear vuestra historia. Todavía hay gentes que van con la Noche a cuestas,
vertiendo su oscuridad sobre toda la luz que nace, o permanece, como
la vuestra. Pero todos juntos no pesan lo que un minuto de vuestra vida, no
valen lo que una palabra vuestra y jamás tendrán la fuerza necesaria para
borraros de la historia, ni para arrancaros del corazón de nuestro pueblo.
Podéis
sentiros orgullosos de vosotros mismos. Habéis alcanzado la inmortalidad en la
memoria y en el corazón de las gentes. Lo más triste cuando se llega al
atardecer de la vida es mirar atrás y no haber dejado huellas de nuestro paso.
Pero vosotros habéis hecho camino, habéis dejado huellas imborrables en la
Historia. Vuestra palabra está poblada de voces universales, ocupáis grandes
espacios en la bibliografía mundial. Han cantado vuestra gesta los
poetas más grandes de nuestro tiempo, Alberti, Neruda, César Vallejo...
Fuisteis un ejemplo ayer, lo sois hoy y lo seguiréis siendo para las
generaciones venideras.
Bertold
Brecht escribió un poema que se hizo emblemático para todos nosotros:
Hay hombres
que luchan un año
y son
buenos.
Hay otros
que luchan muchos años
y son
mejores.
Pero hay
hombres que luchan siempre:
esos son
imprescindibles.
Y a esa clase de
hombres y mujeres que luchan toda su vida pertenecéis vosotros, los
brigadistas voluntarios de la libertad.
Quiero terminar
esta carta, queridos hermanos, deseándoos mucha salud. La salud es la base
material del revolucionario. Os pedimos que os cuidéis mucho. Apretad los puños
y el corazón para seguir viviendo. Resistid, que esa es vuestra profesión, a la
ofensiva de los años, de las enfermedades, de las frustraciones. Deseamos
seguir teniéndoos a nuestro lado mucho tiempo. Queremos cruzar juntos las
fronteras del año dos mil, para celebrar vuestro 65 aniversario en
el amanecer del siglo XXI. Con esa esperanza os abrazo.
Julio de 1997 [i]
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