lunes, 9 de enero de 2017

LOS ASESINOS DE ATOCHA Y EL FASCISMO ETERNO QUE ANIDA EN EL PP



Umberto Eco, en un memorable ensayo titulado El fascismo eterno[1], escribió: “si bien los regímenes políticos pueden ser derrocados, y las ideologías criticadas y deslegitimadas, detrás de un régimen y su ideología hay siempre un modo de pensar y de sentir, una serie de atributos culturales, una nebulosa de instintos oscuros y de insondables pulsiones”. “Los hábitos lingüísticos, añade, son con frecuencia síntomas importantes de sentimientos no expresados” . La nebulosa de instintos oscuros y de atributos culturales que nutría al franquismo está enquistada en las entrañas del PP y de continuo se manifiesta en las actuaciones tanto de sus altos dirigentes como de modestos cargos o simples afiliados. La mentira como práctica sistemática de la acción política, la defensa a ultranza de “los suyos”, ya sean un rector plagiador, un corrupto, un militar acosador o un ministro cuya incompetente actuación lleva a la muerte a un elevado número de militares, y la negación de los crímenes del franquismo para “no reabrir heridas” son solo algunos ejemplos de ello.

El franquismo fue un régimen que se asentó, tal y como los militares golpistas del 1936 tenían planeado, sobre el terror y la violencia extrema, de tal modo que socializó el miedo en toda España. Pero esa violencia no acabó en 1975 con la muerte del dictador, sino que durante todo el periodo de la transición pistoleros fascistas, apoyados por algunos aparatos del Estado y fuerzas económicas y políticas reaccionarias, siguieron sembrando el terror. María Luz Nájera, Arturo Ruiz, Yolanda González, fueron victimas, entre tantas otras, de aquellos desalmados por luchar en pos de las libertades y la igualdad. Entre aquellas victimas están los abogados de Atocha asesinados un 24 de enero hace 40 años. Eran militantes de Comisiones Obreras y del PCE, las organizaciones más importantes en la lucha contra la dictadora franquista y por los derechos de los trabajadores y por ello su asesinato. No se esclarecieron nunca las conexiones de los asesinos con las tramas del terrorismo fascista internacional ni con los poderes facticos españoles. Alguno de ellos, Lerdo de Tejada, de familia acomodada, merced a un permiso del juez de vigilancia penitenciaria huyó al extranjero y no compareció en el juicio.

La memoria de este crimen sigue siendo incómoda para el PP. Según ha dado cuenta Antonio Baylos (http://baylos.blogspot.com.es/2017/01/herir-sensibilidades-sobre-los-abogados.html) y ha comentado Paco Rodríguez de Lecea,  (http://vamosapollas.blogspot.com.es/2017/01/atentados-contra-la-convivencia.html) hace pocos días el alcalde de esa formación política del pueblo conquense de Casasimarro, del que era natural Ángel Rodríguez Leal, asesinado en el despacho de Atocha dos días antes de que cumpliese 26 años, ha prohibido la colocación de una placa en su recuerdo alegando que debe permanecer imparcial para “no herir sensibilidades”. Es decir, para no herir la sensibilidad de los que están con los asesinos pone en el mismo nivel a asesinos y a asesinados. Tiene razón López Bulla cuando dice que este no es un episodio montaraz de “cosas de pueblo”, sino “aplicación (y su justificación vergonzante) de toda una serie de prácticas políticas que se desprenden, directa u oblicuamente, de las decisiones de las alturas del Partido Popular y de las covachuelas gubernamentales” (lopezbulla.blogspot.com/2017/01/ese-alcalde-costra-de-casasimarro.html). En el PP conviven claras manifestaciones de rancio franquismo, como se ha visto recientemente con las distinciones que la Fundación Francisco Franco ha dado a señalados miembros de ese partido y estos las han aceptado orgullosos (por cierto, ¿cómo es posible que en un país que se llame democrático esté legalizada una fundación que exalta a un dictador genocida?), con las más extendidas de lo que Eco llama fascismo difuminado. El fascismo difuminado no apela algunas de las formas clásicasdel fascismo (uniformes, campos de concentración) pero mantiene su esencia, como el machismo, el control de medios de comunicación, el uso de una neolengua, el desprecio de los débiles endulzado con la caridad, la guerra permanente frente a supuestos enemigos internos y externos, el miedo de la diferencia ola xenofobia,pero todo ello a través de hábitos aparentemente más inocentes. No olvidar los asesinatos de los luchadores por la libertad, honrar su memoria y condenar a sus asesinos es una necesidad de luchar contra el fascismo en todas sus formas y  afirmar la democracia, que no es algo dado en un momento para siempre, sino que se defiende y construye día a día. Lo que ha hecho el alcalde de Casasimarro es tanto como decir que los asesinos podrían, llegado el caso, volver a hacer las mismas tropelías y,  por lo tanto, ese alcalde y todos los que como el piensan no son dignos de ocupar un cargo público.





[1] Cfr. Cinquescrittimorali, Bompiani, Milano, 1997. 

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