Los cordones sanitarios son medidas
excepcionales que para la defensa de la sanidad pública desde antiguo se han
venido utilizando cuando surge un brote infeccioso grave o cuando una epidemia amenaza
a la población. El cordón sanitario impone restricciones a derechos de las
personas como la libertad de circulación o el comercio de mercaderías. Cuando
en el verano de 1800 se declaró un brote de fiebre amarilla en Cádiz, y más
tarde en Málaga, se impuso el establecimiento de cordones sanitarios para
evitar su propagación. Hoy la Ley Orgánica 3/1986, de 14 de abril, de Medidas
Especiales en Sanidad Pública, sigue previendo estas medidas.
En la última semana se ha plasmado en
procedimientos judiciales lo que era más o menos de domino público: que hay un
entramado de corrupción entre el PP, el Estado, grandes empresarios de toda la
vida y medios de comunicación. Lo novedoso es que ahora se han abierto
diligencias como investigados contra el director y el presidente de un diario
por transmutar presuntamente el deber de información veraz por el de coacciones
contra una persona que ostenta un cargo público. Que había financiación ilegal
del PP es algo que desde hace años se está investigando y hay muchos indicios
de que así sea, y ya se sabe que cuando se utilizan estos medios tramposos de
financiación, va casi de suyo que a los encargados de esas operaciones se les
queden algunos dinerillos entre las uñas. Un tanto por ciento para la caja del
partido y unas cantidades para el bolsillo del mediador, pues ya se sabe que la
vida está muy achuchada y hay muchos gastos. Por lo que se va sabiendo durante
esta semana, había aun auténtica competición entre diversos políticos del
partido apostólico a la caza y captura de comisiones que desataba pasiones
encontradas, ahí están las operaciones Gürtel, Púnica, Lezo, Auditorio y
Trajano.
El problema, por lo que hasta ahora se
sabe, no es solo que grandes cantidades de dinero fluyan desde empresarios a
las arcas del partido y los bolsillos privados de los administradores para
acabar rapiñando la cosa pública, imponer privatizaciones de la sanidad y
educación públicas e inicuas reformas laborales, sino que, además, la infección
afecta a órganos del Estado de tal manera que los propios presuntos
delincuentes marcan el paso de las actuaciones de importantes poderes públicos.
Ahí están los soplos desde el Gobierno y los intentos de dificultar la
investigación. Algo de tanta gravedad pediría el establecimiento de un cordón
sanitario en torno al PP para evitar que la gangrena se extienda. En defensa de
la salud pública democrática los partidos que creen en las virtudes del Estado
de Derecho deberían unirse en torno a un programa de mínimos para aislar y
desalojar al PP del poder político y proceder a una limpieza a fondo de las
instituciones. Puede argüirse que no todos los militantes del PP deben ser
tratados como apestados, cierto, pero también cuando se decide la imposición de
un cordón sanitario quedan afectados derechos de personas no infectadas, pero
el interés superior de la sana vida colectiva exige ese sacrificio, y, tal vez,
esos honrados militantes, que hay que suponer habrá, deberían plantearse una
refundación que purifique su partido.
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