martes, 9 de mayo de 2017

SVIATOSLAV RICHTER EN ALBACETE[1]


Sviatoslav Richter fue uno de lo más grandes y admirados pianistas del siglo XX. Nacido en Ucrania en 1915 y fallecido en Moscú el 1997, su peripecia vital está profundamente ligada a las conmociones del “siglo de la revolución” (feliz expresión de Josep Fontana) en el que vivió. Su padre, profesor de piano de origen alemán del que recibió siendo niño las primeras lecciones, fue acusado de espiar a favor de los nazis y fusilado en 1941. Siendo muy joven entró como pianista repetidor en la ópera de Odessa, en donde, en el club de ingenieros, dio su primer concierto a finales de 1934. Fue en en gran medida autodidacta, pero en tres años más tarde marchó al conservatorio de Moscú a seguir lecciones del gran maestro Neuhaus, con el que estudió varios años. Neuhaus quedó impresionado cuando le oyó tocar y dijo que era el alumno que siempre había estado esperando, aunque confesó, quizá con modestia y desde luego con admiración, que no le había ensañado nada. 

Richter fue un hombre de gran cultura, gran lector y amante de la pintura. Muchos  le consideraron excéntrico pero tal vez era alguien de una gran autoexigencia y honestidad consigo mismo, un tanto inconformista. Era un gran trabajador que dedicaba muchas veces más de 12 horas al día al estudio y no dudaba en llamar por teléfono a los organizadores de un concierto para que eliminasen una determinada obra inicialmente prevista si al aproximarse la fecha no estaba satisfecho con la manera en que la estaba abordando. No era un adulador de las autoridades soviéticas y parece que actuaba según su criterio. Por ejemplo, tocó voluntariamente en los funerales de Stalin, pero también lo hizo, desafiando a la burocracia, en el de Boris Pasternak y apoyando a otros artistas que sufrieron represalias.  Desde 1960 empezó a dar conciertos fuera de la URSS, pero nunca se planteó tomar el camino del exilio, como hizo, por ejemplo Rostropóvich. No le gustaba la vida de los Estados Unidos, a donde decidió no volver cuando unos manifestantes antisoviéticos, en 1970,  irrumpieron en un concierto con Óistraj en Nueva York. Su repertorio era ingente, como su cultura, del que hay amplia muestra discográfica, la mayoría grabada de conciertos en directo pues era bastante reacio a las grabaciones en estudio. Prefería los conciertos en pequeñas localidades, aunque los auditorios fuesen modestos, en los que una pequeña lámpara daba luz a sus partituras por toda iluminación y por los que cobraba cantidades muy modestas, como las de un pianista principiante, muy alejadas de las que le pagaban en las salas de conciertos de las grandes ciudades. En 1986, por ejemplo, se embarcó en una gira de más de 160 conciertos por pequeñas poblaciones de Siberia, en algunas de las cuales no había ni un auditorio que mereciera ese nombre.

En 1990 hizo una gira de 11 conciertos por España que empezó en Cadaqués y le llevó a lugares como Reus y Soria. En esa gira recaló en Albacete en un memorable concierto del 25 de febrero que tuvo lugar en el Conservatorio de la Asunción y estaba dedicado a los alumnos y profesores del mismo hasta completar el aforo. Hubo gente llegada desde Madrid y otras ciudades haciendo cola toda la noche anterior. El programa incluyó obras de Mozart, Prokofiev y Debussy y, según confesó el maestro, fue del que estuvo más satisfecho de toda la gira. No cobró nada. No consintió ser pagado cuando le ofrecían un dineral por tocar en la vecina Madrid. ¿Porqué Richter quiso incluir Albacete en su gira? Probablemente por una antigua vinculación sentimental con la ciudad y un emocionado recuerdo histórico, pues antes del concierto  confesó que no era la primera vez que estaba en Albacete porque ya estuvo con las Brigadas Internacionales en la guerra civil. Debió de ser cuando su residencia habitual estaba en Odessa.

El joven Richter optó por luchar en suelo lejano contra el fascismo y la libertad, interrumpiendo su formación artística, en un dilema moral que ya nos planteó Vázquez Montalbán, con la maestría que le era propia, en su magnifica novela El pianista, solo que en su caso pudo regresar a la música, pero es claro que no fue un artista encerrado en su torre de marfil.


[1] Estas líneas están dedicadas a la memoria de Lola Martínez, que fue durante muchos años responsable de los servicios administrativos de la gran y reputada asesoría jurídica de Comisiones Obreras de Albacete, que nos ha dejado recientemente. 




No hay comentarios: