Joaquín Aparicio Tovar
Hace un año era
poco pensable que podríamos estar tocando con nuestras manos en este año
electoral un cambio en el panorama político y social. Que ese cambio se llegue
a producir está por ver. Los vicios de una vieja politiquería, que tanto daño
han hecho a una venerable organización como Izquierda Unida, presente en todas
las luchas sociales de estos funestos años, no se destierran de un día para
otro, como estamos viendo en la
Comunidad de Madrid.
Pero el anhelo
de verdadero cambio ha prendido en una gran parte de la ciudadanía y trae, a
pesar de los pesares, una fresca brisa de esperanza. Las cosas, en efecto, no
están hoy igual que hace un año. Sin duda hay muchas personas de gran
honestidad que con su esfuerzo están empeñadas en la recuperación de los
derechos expoliados, trabajando por la construcción de un mundo en el que el
estado de derecho, la igualdad, la fraternidad dejen se ser palabras
corrompidas sin otro contenido que el de armas arrojadizas para reprimir a
aquellos que, precisamente, las reivindican en su recto sentido. Luís García Montero es una de esas personas que merece ser
destacada por haber dado el paso de aceptar su candidatura a la presidencia de la Comunidad de Madrid en
medio de las turbulencias de Izquierda Unida. No debe haber sido cómodo tomar
esa decisión que muchos entendemos llena de generosidad. Con sus intervenciones
regulares en medios de comunicación, con sus ensayos y su poesía desde hace
tiempo viene luchando por un espacio público en el que los ciudadanos tengan en
sus manos su propio destino en “un tiempo de barbarie naturalizada” en el que
quienes “procuran cumplir con las leyes de la razón son vistos como extraños”.
Frente a las segregadoras e insultantes desigualdades, el aumento de los
privilegios y el embrutecimiento colectivo ha dado el paso de entrar en la
confrontación de la arena política para hacer valer, también por ese medio, el
respeto que merecemos “por aquello que compartimos con todos los demás, no por
aquello que nos diferencia ¿sabe usted con quién está hablando? Con un simple
ciudadano”[1].
[1] Las frases
entrecomilladas están tomadas de su libro Inquietudes
bárbaras, Anagrama, Barcelona, 2008.
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