Pietro Ingrao cumple cien años el próximo día 30 de marzo. Imposible
resumir en unas pocas líneas su trayectoria política en el Partido Comunista de
Italia y en las formaciones que le han sucedido, se necesitaría un libro
voluminoso; y sus aportaciones a la teoría política han ido incluso más allá de
su talla de dirigente. Como homenaje al luchador y al maestro, los blogs
hermanos En campo abierto, Desde mi cátedra, En Campo abierto, Metiendo bulla,
Punto y Contrapunto y Según Baylos
hemos creído oportuno volver a airear el discurso que pronunció en el Paraninfo
de la Universidad
de Barcelona el 4 octubre de 2002, en la ceremonia en la que recibió la
distinción de Doctor Honoris Causa de dicha institución académica.
11S: un
amargo presente
Pietro Ingrao
Pietro Ingrao
Era el mes de julio de 1936. Había cumplido 21 años. Era
estudiante de la Facultad
de Derecho de la
Universidad de Roma, en la plenitud de mi juventud. La
agresión del gobierno fascista italiano a la joven República española fue el
trauma, la ocasión desconcertante que me orientó (diré: me obligó) a la
conspiración antifascista: a aquel empeño en la batalla política que después ha
marcado toda mi existencia. Empezó para mí, en aquellos años, una
confraternidad con el antifascismo español en el exilio, que se prolongó en el
tiempo, y se acompañó con el encuentro de la fascinante poesía española del siglo
XX: Machado, Lorca y Rafael Alberti.
En este largo camino de mi vida he esperado ardientemente
que los horrores, las masacres, la pila de víctimas que han marcado la época
que he vivido, fueran solamente un amargo recuerdo: casi como la culminación de
una locura a la que nos llevaron el capitalismo en su fiebre de la época
fordista y, por su parte, los errores fatales del estalinismo. Después me
engañé cuando, tras la caída de la
URSS , pensé que se podía abrir un espacio nuevo para frenar
la carrera de armamentos. No fue así. Cuando cayó el Muro de Berlín en pedazos,
vimos que volvía la guerra en una zona crucial del mundo: en la península
arábiga, que es un punto de juntura entre Europa, Asia y África. Hoy la
cuestión de la guerra ve otro capricho. Ante todo ha sido un turbio y ambiguo
pasaje orientado a relegitimar la intervención de las armas en nombre de un
deseo de justicia. Recordad: fue la grave acción militar de la OTAN en Serbia, justificada
en nombre de la democracia y la liberación de los pueblos destrozados por el
déspota Milosevic. Vinieron los sermones de la "guerra justa". Y
alguno en Europa se lanzó incluso a evocar un término supremo y antiguo. Habló
de "guerra santa".
En verdad, en aquella ocasión de los Balcanes también se
lanzó y alimentó (al menos por parte de algunos autores) la esperanza y la
imagen de una purificación de la guerra: como si, apartándose del fango del
territorio y moviéndose en la pureza de las grandes alturas de la atmósfera,
pudiese y se quisiera golpear solamente (con la sabiduría de las técnicas
modernas) los medios militares del adversario. Es lo que he llamado la ilusión
(o el engaño) de la "guerra celeste". Brotó (¿lo recordáis?) aquella
consoladora representación del piloto americano atravesando las orillas
atlánticas, allá en la calma solitaria de los cielos lanzó la bomba
inteligente, volviendo a casa, a la patria americana, limpio de manchas.
¡Qué horror! Sin embargo, vino la guerra de Afganistán y
el ataque del cielo se ha mezclado con la cancelación de la ciudad, con los
estragos civiles, con la máquina de las armas, dirigiéndose a los altiplanos y
a los pliegues de la tierra. Y, paso a paso, cayeron amargamente las
justificaciones éticas, las representaciones salvíficas, los sermones
moralizantes.
Verdaderamente hasta ahora no han sido cancelados los
vínculos formales que, en muchas Constituciones europeas y en la Carta de las Naciones
Unidas, limitan el recurso a las armas. Todavía siguen ahí tales vínculos,
escritos en leyes solemnes. Simplemente sucede que se han descabalgado o, de
hecho, hechos trizas. El artículo 11 de la Constitución de mi país,
que consiente sólo la guerra de defensa, se ha roto, sin que sobre ello haya
sorpresa, ni escándalo, ni siquiera una discusión en el Parlamento o algunas
aclaración del Presidente de la
República , que observa sobre tal violación un religioso
silencio.
Y hay algo que me espanta todavía más. Es el hecho amargo
que, en nuestros países, el sentido común no se alarma, no tiembla. Hay que
decir esta amarga verdad. Ojead los libros, oíd las palabras de los
gobernantes, echadle un vistazo a los debates parlamentarios. Veréis que ha
desaparecido la palabra "desarme". Ya no la usa nadie. Es, en este
sentido amplio y angustioso que yo hablo de "normalización de la
guerra". Se ha liquidado el espanto, el horror que sobrecogió a mi
generación, que en aquel mayo de 1945, nos hizo jurar que nunca más debería
volver la masacre.
¡Cómo mentíamos! Mirad hoy, mirad cómo se discute ahora,
en estos días, abiertamente de un ataque a Irak y se invoca la "guerra
preventiva". Quien habla no es un político descerebrado o un gacetillero
fanfarrón. Hoy lo propone al mundo, como obligación ineludible y urgente, el
Presidente de los EE.UU., el jefe de la potencia más grande de la Tierra. Y eso sucede sin
escándalo. No se reúnen con angustia los parlamentos. No suenan las campanas de
las iglesias, Los sindicatos no convocan huelgas. Atención: se ha convertido en
normal la "guerra de prevención", invocada por el país que se
considera el guía del mundo.
¿En qué se funda esta revalorización y normalización de la
guerra, y, por qué el pacifismo tiene hoy una restringida minoría?
Quiero, solamente, aludir a una explicación que, por
comodidad y brevedad, llamaré "técnica". La verdad es que no entra en
mis conocimientos la criba de las grandes innovaciones tecnológicas y de los
nuevos saberes que han dilatado y revolucionado los sistemas de alarma, la
trama de los conflictos, la combinación de las estrategias entre tierra, mar y
aire. Sin embargo, tengo "in mente" los fuertes cambios acaecidos en
la relación políticosocial entre la vida del hombre sencillo y las masas de
civiles, de un lado, y, de otra parte, en lo que se ha convertido la guerra en
este cambio de siglo.
Me parece indudable que, en los últimos decenios, se está
desarrollando (¿o retornando?) la connotación "especializada" de la
práctica de la guerra. Parece que ha desaparecido o empalidecido aquella
connotación totalizante que viene clamorosamente desde principios del
"Novecento": aquel camino que, a partir del conflicto mundial de
1914, vio alinearse a millones de hombres en los frentes de varios continentes.
Durante años y años, y en una condición humana radicalmente diversa del vivir
civil: aquella guerra de masas en el fango de las trincheras que pronto fue
dilatándose hasta atrapar al conjunto de las naciones, las ciudades lejanísimas
del frente, la vida de los desarmados, las mujeres y los niños. En suma, la
guerra de masas. La guerra mundial como la llamábamos.
Hoy las obligaciones prevalentes, el núcleo central de la
acción bélica parecen nuevamente confiados a los soldados de oficio: a
ciudadanos y ciudadanas que aceptan (o incluso piden) ser llamados a practicar
la ciencia de la guerra, con sus tecnologías refinadas y sus riesgos de muerte.
El matar colectivo, en nombre del poder público, vuelve a ser una tarea noble y
ambicionada, bajo el aspecto de las retribuciones, del rango social y del
reconocimiento público. Y la existencia de estos cuerpos especializados en el
matar, en nombre de la comunidad pública, aparece como una nueva división de
responsabilidades que permite a los civiles garantías de protección y sabiduría
especializada para dedicarse (digámoslo de ese modo) serenamente al objetivo de
la paz. Así, el soldado Ryan (¿recordáis la famosa película?) puede quedarse
tranquilamente en su ciudad, ya que un adecuado "ejército de oficio"
echa sobre sus espaldas el cruento y "nuevamente" noble oficio de la
guerra.
De ahí que se podría pensar que esta revalorización de las
armas y su relanzamiento como nervio y recurso central de la política se apoyen
sobre operaciones de desagravio de masas de civiles y sobre eso de la lejanía
(de su horizonte) del peligro a una vuelta de las pruebas terribles vividas en
dos trágicas guerras mundiales (y aún, otra más). Y se puede pensar que Bin
Laden y la feroz masacre de las Torres Gemelas (intencionadamente y con una
espectacular audacia) han querido e intentado volver a lanzar al horno de la
guerra de masas a "los civiles" del enemigo americano para sembrar en
su ánimo nuevamente el espanto de la guerra, el miedo de masas de las masacres
de masas. ¿Fue ese el feroz reto? No lo sé. Sé que los terribles
acontecimientos a los que me he referido y el hecho de que nosotros queramos
atrapar los acontecimientos reabren ásperas preguntas sobre el sentido y las
formas que asume la política cuando se abre el Tercer Milenio y en la época de
la globalización: un momento en que el capitalismo (desagregados a escala
planetaria los momentos del producir y del consumir) vuelve a desorientar y
dividir las nuevas subjetividades sociales que, en el curso del trágico
"Novecento" habían puesto en discusión sus poderes y parámetros. Sin
embargo, para sorpresa de muchos, de esta victoria no brotan ni la primavera
del Tercer Milenio ni la calma de una estación segura de sus reglas íntimas.
Retorna también sobre el trono, con arrogancia (y con una duda interior) la
ciencia del matar; y vuelve, además, incluso sobre aquel vértice del mundo
occidental donde (tras la trágica derrota de los "rojos") parecía que
florecería una calma sabiduría irrefutable.
Entonces, en aquel 1936, el fragor de las armas sobre
vuestra tierra y la masacre de Guernica cambiaron mi existencia, metiéndome
dentro del conflicto. No pensaba, nunca lo habría pensado que habiendo tenido
la fortuna de vivir casi un siglo, habría tenido finalmente que volver a la
pregunta elemental sobre el derecho y sobre la forma del matar colectivo a
nuestros semejantes; y que ese arte viniera hoy presentado, incluso, como
instrumento de "educación" del mundo, de sabia
"prevención".
Intervención de Pietro Ingrao en el Paraninfo de la Universidad de
Barcelona en su nombramiento como doctor Honoris causa el 4 de octubre de 2002
1 comentario:
muy bueno tu Artículo. Quizás te interese entrar a http://coobis.com/b/3305 para conseguir Sponsor para tu Blog
Publicar un comentario