martes, 16 de junio de 2015

¿MERECE LA PENA SER ENTREVISTADOS POR DETERMINADOS MEDIOS Y VER O ESCUCHAR ESAS ENTREVISTAS?

Uno pensaría que una entrevista es una forma muy útil para que una persona de relevancia pública pueda exponer sus ideas sobre asuntos de interés común. El entrevistador o entrevistadora tiene un papel esencial y su mayor o menor conocimiento y destreza en el oficio permitirá a la audiencia alcanzar una idea cabal de lo que el o la entrevistada piensa u opina, aún de cosas que de algún caso preferiría dejar en la obscuridad. El protagonismo debe ser del entrevistado o entrevistada y sutilmente el entrevistador o entrevistadora debe parecer que está en un segundo discreto plano, aunque en realidad no sea así. Pero con demasiada frecuencia este esquema no se cumple. El entrevistador quiere convertirse en la estrella rutilante que parte con toda una serie de ideas preconcebidas y trata por todos los medios hacer que sea esas las ideas con las que se quede la audiencia, tanto si responden a lo que realmente piensa o hace el entrevistado, como si no.

El domingo pasado por la noche una periodista, llamada Ana Pastor, dio un buen ejemplo de este modo desviado de hacer periodismo en una entrevista a Manuela Carmena, que había sido investida como alcaldesa de Madrid el día anterior.  Sin apenas haber tenido tiempo para sentarse a trabajar en su despacho municipal fue continuamente acosada por la entrevistadora que no la dejaba exponer a la audiencia sus ideas. La periodista no tenía mucho interés en lo que dijera la entrevistada, sino que empezó presionándola con agresividad repitiendo una y otra vez la misma pregunta a la de ya había contestado de modo más que suficiente. Después todo seguía un guión claro: no se discute la justicia o no de las propuestas de la Alcaldesa de Ahora Madrid, sino que iba tratando de imponer la idea de la imposibilidad o la incompetencia de su equipo para llevar adelante su programa con grandes dosis de arrogancia y, hay que decirlo, de ignorancia, como cuando mantuvo la imposibilidad de revertir la situación creada por la firma de un contrato.

Tal vez lo primero que tendría que tener en cuenta esa periodista es la enorme capacidad de movilización de la utopía, que es algo muy distinto de la quimera. En ese sentido sería conveniente que leyera el excelente discurso del recién elegido teniente alcalde del Ayuntamiento de Barcelona, Gerardo Pisarello. En segundo lugar debería saber que los actuales marcos económicos y jurídicos no son inmutables y que, precisamente, la grandeza de la democracia está en que el pueblo soberano empodera a sus representantes para cambiar esos marcos en el camino de mayor justicia, igualdad y libertad. La técnica es necesaria, pero no es más que un medio para conseguir los fines que hagan mejor una sociedad. En una buena entrevista, se debería dejar espacio a que la entrevistada hablase con claridad de su idea sobre la conexión de medios y fines.

Muchas personas, algunas con poca experiencia televisiva y tras con mucha, se preguntan si merece la pena que personas que plantean políticas alternativas al actual status quo vayan a esos programas y, desde luego, otras muchas ya han decidido no perder el tiempo ni hacerse mala sangre con su contemplación y audiencia. Unos programas que, por otra parte, suelen tratar de forma condescendiente a los defensores del gran capital mientras son muy duros con quienes cuestionan sus abusos. 


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