Esta foto fue publicada en los
periódicos en septiembre de 2015 y provocó una conmoción ver a ese policía turco que llevaba en sus
manos el cadáver un niño sirio ahogado cuando con su familia trataba de llegar
a Europa.Aquella tragedia no ha cesado. Desde entonces otros muchos niños,
niñas y personas adultas han muerto en el Mediterráneo en iguales condiciones y
su habitualidadparece que está embruteciendo la sensibilidad de la ciudadanía
europea. En esa imagen la fragilidad del cuerpo del niño parece convertirse en
un peso insoportable para el fornido policía y dio pié al escritor neerlandés
Cees Nooteboom para compararla con el cuadro del Bosco,San Cristóbal con el niño Jesús, en el que un gigantón, que parece
abrumado por un peso excesivo, lleva en sus hombros a un niño para hacerle
cruzar un rio, pero en el caso de la fotografía“el niño era demasiado pesado
para Europa, porque Europa no existe. Fue incapaz de llevar a ese niño”[1].
La crisis de los refugiados ha
evidenciado el fracaso y desastre en el que se ha convertido la Unión Europea,
que si una vez aspiraba a ser “una unión cada vez más estrecha entre los
pueblos de Europa” y un espacio en el reinase la paz merced al reconocimiento y
tutela de los derechos humanos y en
especial de los derechos sociales, se ha convertido en otro en el que campa la
desigualdad, la insolidaridad y la xenofobia. Pero todo eso no ha sido producto
de la casualidad, sino del abandono del impulso ético que latía en los inicios
del nacimiento de las Comunidades Europeas como reacción a los dramas de las
guerras que en el siglo XX asolaron el continente. Se dice que la ciudadanía
europea siente cada vez un mayor desapego por las instituciones de la Unión
¿Cómo no va a ser así cuando Bruselas se ha convertido en una sentina del
capital financiero? Un capital a cuyo servicio se han puesto la mayoría de los
representantes políticos degradando el
valor y la esencia de la democracia de la que tan orgullosa se sentía en otro
tiempo Europa al inventar la fórmula del Estado Social y Democrático de
Derecho. Ahora el presidente de la Comisión publicita una revitalización del
pilar social, pero no tiene credibilidad alguna, es solo un intento de salir al
paso de la cada mas grande falta de legitimidad de sus políticas.
El proceso de integración europea se frenó a partir
de Tratado de Amsterdam, en 1997, y el giro hacia la renacionalización y el
intergubernamentalismo se consolida desde el Tratado de Niza, en 2001, junto
con la adopción de políticas neoliberales, producto de la agresividad desatada
por las oligarquías económicas contra las clases trabajadoras. Todo ello ha
provocado que frente a la crisis de 2008 la Unión no supo actuar con una voz
única y cuando lo hizo fue para hacer recaer sobre los más débiles de su
población las consecuencias de los desmanes del capital financiero. El
referéndum británico sobre el abandono de la Unión es producto de ese aumento
del nacionalismo y la xenofobia y la falta de atractivo del proyecto integrador
europeo, cuyo resultado, sea cual sea,
no puede dar lugar a que se abandonen los más nobles ideales que una vez
tuvo aquel proyecto. Un proyecto que, a pesar de todo, es la mejor alternativa
para garantizar la vida decente a las personas que habitan en este rincón del
mundo y puede ser ejemplo en todo el planeta para poner coto a los desmanes del
capital globalizado y su proyecto neoliberal. Para eso es necesario que los
trabajadores de Europa reviertan la actual situación y establezcan puentes de solidaridad
con los trabajadores de otros lugares del mundo para que la mejora de sus
condiciones vitales elimine los factores de expulsión (guerras, persecuciones o
simplemente hambre) que llevan a tantas personas a abandonar sus casas, sus
ciudades, sus seres queridos y convertise en refugiados a los que Europa
rechaza. Unidos Podemos hacerlo.
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