En una democracia parlamentaria no
pervertida no debería ser motivo de alarma o escándalo que un partido
revalidara la mayoría que le permitía gobernar, ni que se produjese una
alternancia en el poder. Tampoco que para alcanzar esa mayoría se alcanzasen
pactos entre distintas fuerzas. En España, hoy, sin embargo, no estamos en una
tal situación, sino que la nuestra es de una gravedad extrema. En los casi
cinco años que lleva gobernando el PP el deterioro de los valores democráticos
ha sido de tal calibre que se puede decir con propiedad que ha instaurado un
Régimen, en el sentido de que el partido ha tomado grandes espacios de poder en
la Administración Pública, en la de Justicia, ha anulado el funcionamiento
parlamentario de las Cámaras, ha puesto
los intereses públicos al servicio de los de las grandes corporaciones privadas
en sectores estratégicos como la energía, las comunicaciones o los servicios
financieros. Los medios de comunicación más importantes están convenientemente
amaestrados. La corrupción no es algo ocasional, producto de actuaciones singulares de
individuos débiles ante la tentación, sino que esta en la misma esencia del
Régimen. El deterioro de los derechos sociales y de las libertades tampoco es
algo pasajero debido a la coyuntura desfavorable, no, también está en su esencia
porque a la arraigada cultura de la derecha española que considera el país suyo
en el que, por tanto, el ejercicio del poder solo a ellos de modo natural
corresponde, se ha añadido la ideología neoliberal que justifica que los
derechos a la educación, la atención sanitaria, las pensiones, solo puedan ser
disfrutados por quienes se los puedan pagar. La propuesta del ex ministro Soria
para un alto cargo con no mucha carga de trabajo en el Banco Mundial, pero con
una salario de unos 19.000 € al mes, es una clara manifestación de esa cultura
cortijera y mucho más lo han sido las justificaciones esgrimidas ante las primeras
críticas. Rajoy vive en su nube tan alejada de la realidad social y tan seguro
se si, que solo el gran clamor que se ha alzado ante este escándalo le ha
obligado a pedir al interesado que retirase la solicitud a esa canonjía. Pero
el mal ya está hecho.
Por esto llama la atención que haya tantas
dificultades para formar Gobierno entre los que no comparten ni esa cultura ni
esos valores. La prioridad es clara, recuperar
las formas, los comportamientos y los valores democráticos y para ello es
necesario que el PP pase una larga temporada en el desierto como los antiguos
anacoretas, para ver si en esa dura experiencia puede depurarse, cosa harto
improbable para un partido que no ha condenado el franquismo. Estamos en una
situación de emergencia democrática y es esencial que en los distintos
organismos de la administración, desde Institutos de Investigación hasta la
Administración General del Estado, se destierren las prácticas autoritarias. Es
necesario que se instaure otra cultura entre jueces, funcionarios, fuerzas y
cuerpos de seguridad del Estado en la que adoptar actitudes autoritarias y parafascistas
no solo no sea un mérito para prosperar, sino un demérito. Es necesario que se
transmita a la sociedad civil el mensaje claro que todos estamos sometidos a
las mismas reglas y que estas deben dejar se ser una jungla al servicio de los
poderosos en su aplicación por los órganos del poder estatal. En definitiva,
acabar con el Régimen, porque eso redundará en que no se extienda entre una
parte de la población una cultura que ampara la perversión de la democracia. Esta
tarea es prioritaria y tanto el PSOE, como Unidos Podemos y Ciudadanos, así
como otros partidos más pequeños en su representación parlamentaria, no
deberían de tener dificultades en encontrar puntos de acuerdo mínimos. Habría
que recordar a exponentes del PSOE, como Emiliano García-Page, y de Ciudadanos
que en algunas Comunidades Autónomas y ayuntamientos (por ejemplo en
Castilla-La Mancha) el PSOE gobierna gracias al apoyo parlamentario de Unidos
Podemos y en otros lugares recíprocamente ¿Tan difícil sería dejar gobernar al
PSOE (por ser el partido con más diputados de la oposición al PP) sobre un
programa de recuperación democrática y el compromiso de que Pedro Sánchez se
sometiese a una votación de confianza de aquí a dos años para evaluar los
avances? Es una situación excepcional que exige soluciones excepcionales y no
sería difícil que un acuerdo de este tipo lo entendiesen las respectivas bases
sociales del PSOE, Unidos Podemos y Ciudadanos, si estos últimos de verdad
están por una recuperación de los valores democráticos.
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