martes, 6 de septiembre de 2016

Es una imperiosa necesidad que el PP haga una larga travesía por el desierto




En una democracia parlamentaria no pervertida no debería ser motivo de alarma o escándalo que un partido revalidara la mayoría que le permitía gobernar, ni que se produjese una alternancia en el poder. Tampoco que para alcanzar esa mayoría se alcanzasen pactos entre distintas fuerzas. En España, hoy, sin embargo, no estamos en una tal situación, sino que la nuestra es de una gravedad extrema. En los casi cinco años que lleva gobernando el PP el deterioro de los valores democráticos ha sido de tal calibre que se puede decir con propiedad que ha instaurado un Régimen, en el sentido de que el partido ha tomado grandes espacios de poder en la Administración Pública, en la de Justicia, ha anulado el funcionamiento parlamentario de las Cámaras,  ha puesto los intereses públicos al servicio de los de las grandes corporaciones privadas en sectores estratégicos como la energía, las comunicaciones o los servicios financieros. Los medios de comunicación más importantes están convenientemente amaestrados. La corrupción no es algo ocasional,  producto de actuaciones singulares de individuos débiles ante la tentación, sino que esta en la misma esencia del Régimen. El deterioro de los derechos sociales y de las libertades tampoco es algo pasajero debido a la coyuntura desfavorable, no, también está en su esencia porque a la arraigada cultura de la derecha española que considera el país suyo en el que, por tanto, el ejercicio del poder solo a ellos de modo natural corresponde, se ha añadido la ideología neoliberal que justifica que los derechos a la educación, la atención sanitaria, las pensiones, solo puedan ser disfrutados por quienes se los puedan pagar. La propuesta del ex ministro Soria para un alto cargo con no mucha carga de trabajo en el Banco Mundial, pero con una salario de unos 19.000 € al mes, es una clara manifestación de esa cultura cortijera y mucho más lo han sido las justificaciones esgrimidas ante las primeras críticas. Rajoy vive en su nube tan alejada de la realidad social y tan seguro se si, que solo el gran clamor que se ha alzado ante este escándalo le ha obligado a pedir al interesado que retirase la solicitud a esa canonjía. Pero el mal ya está hecho.


Por esto llama la atención que haya tantas dificultades para formar Gobierno entre los que no comparten ni esa cultura ni esos valores. La prioridad es clara, recuperar las formas, los comportamientos y los valores democráticos y para ello es necesario que el PP pase una larga temporada en el desierto como los antiguos anacoretas, para ver si en esa dura experiencia puede depurarse, cosa harto improbable para un partido que no ha condenado el franquismo. Estamos en una situación de emergencia democrática y es esencial que en los distintos organismos de la administración, desde Institutos de Investigación hasta la Administración General del Estado, se destierren las prácticas autoritarias. Es necesario que se instaure otra cultura entre jueces, funcionarios, fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado en la que adoptar actitudes autoritarias y parafascistas no solo no sea un mérito para prosperar, sino un demérito. Es necesario que se transmita a la sociedad civil el mensaje claro que todos estamos sometidos a las mismas reglas y que estas deben dejar se ser una jungla al servicio de los poderosos en su aplicación por los órganos del poder estatal. En definitiva, acabar con el Régimen, porque eso redundará en que no se extienda entre una parte de la población una cultura que ampara la perversión de la democracia. Esta tarea es prioritaria y tanto el PSOE, como Unidos Podemos y Ciudadanos, así como otros partidos más pequeños en su representación parlamentaria, no deberían de tener dificultades en encontrar puntos de acuerdo mínimos. Habría que recordar a exponentes del PSOE, como Emiliano García-Page, y de Ciudadanos que en algunas Comunidades Autónomas y ayuntamientos (por ejemplo en Castilla-La Mancha) el PSOE gobierna gracias al apoyo parlamentario de Unidos Podemos y en otros lugares recíprocamente ¿Tan difícil sería dejar gobernar al PSOE (por ser el partido con más diputados de la oposición al PP) sobre un programa de recuperación democrática y el compromiso de que Pedro Sánchez se sometiese a una votación de confianza de aquí a dos años para evaluar los avances? Es una situación excepcional que exige soluciones excepcionales y no sería difícil que un acuerdo de este tipo lo entendiesen las respectivas bases sociales del PSOE, Unidos Podemos y Ciudadanos, si estos últimos de verdad están por una recuperación de los valores democráticos.

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