Hay pocas
palabras en el diccionario de las relaciones laborales que susciten las
pasiones que la de huelga. La huelga ha sido (y es con más frecuencia de lo que
debería) criminalizada, denostada por lo medios de creación de opinión, y los
trabajadores huelguistas castigados por el poder privado del empresario. Se
entiende. La huelga es una ruptura del orden laboral, un orden para cuya
preservación el empresario cuenta con los poderes directivo y disciplinario, en
cuya ayuda viene, además, el poder coactivo del Estado. Es un desafío y como
tal la reacción en contra al orden establecido es previsible porque en toda
huelga siempre hay una porosidad entre lo público y lo privado. Todo esto se
refiere a la huelga de trabajadores que de modo concertado deciden suspender la
prestación de su trabajo por cuenta ajena y deben someterse a una regulación
preconstitucional (singularidad española) que ha sido depurada de modo
laborioso y complejo (como ocurre con toda regulación pretoriana) por los
tribunales. Pero como es bien sabido, en la defensa de intereses colectivos,
como un río en época de crecidas, el derecho sindical es desbordado más de una vez
por la realidad social, una realidad en donde señorea “Doña Correlación de Fuerzas”.
En
los inicios de este verano de 2018 un incendio social se inició en Barcelona en
el sector del taxi y pronto prendió por otras ciudades españolas. Los medios
hablaron de la huelga del taxi por mor de un conflicto de intereses con las
plataformas UBER, CABIFY u otras parecidas.
Para los taxistas, un sector poco propicio, por no decir hostil, a las
huelgas de trabajadores, ahora se trata de una acción legítima y necesaria.
¡Ah, que buena es la huelga ahora para estos esforzados defensores del servicio
público!. También en esta ocasión se ha visto cómo las “huelgas” en este sector
revisten notables dosis de violencia que, paradojamente, no provocan una reacción coactiva equivalente
de los poderes públicos, como las desproporcionadas que sufren los actos de
extensión de la huelga, los piquetes (tan denostados y en la inmensa mayoría de
los casos bastante inocentes). Otras cuestiones también afloran en este caso,
como que, en principio, es un sector de trabajadores autónomos y, por ende, la
denominación “clásica” de huelga encaja con dificultad y así todo el
procedimiento de declaración y desarrollo de la huelga también se resiente
(preaviso, constitución del comité de huelga, etc…). Por otro lado, es bien
conocido que muchos conductores de taxis no son los propietarios del vehículo
ni de la licencia, es decir, son trabajadores asalariados ( o camuflados como
falsos autónomos) que o bien han ido voluntariamente a la “huelga” con sus
patronos o, si no fuera así, tendrían que recibir su salario por no poder dar
su prestación laboral por causa no imputable a ellos mismos, sino a su
empresario.
Todas estas apresuradas
reflexiones no entran en la cuestión de
fondo, cual es el desembarco en este sector de empresas camufladas como plataformas
digitales que, no es que quieran una desregulación, sino una que les permita
prestar servicios en condiciones ventajosas en términos fiscales y laborales, lo
que es claramente inaceptable. Ahora ha estallado con los taxis, pero va más
allá como medio de organizar el trabajo sin derechos y eludiendo la
necesaria y justa contribución fiscal.
Es cierto que muchos de los protagonistas de las reivindicaciones de estos días
ponen difícil la solidaridad de una gran parte de la población ( tan importante
en un sector que ofrece un servicio público) con sus muy frecuentes actitudes
altaneras, tal vez ocasionadas por un exceso de “Copeina”[1],
que probablemente fue lo que llevó a que con ocasión de una protesta ante el
Congreso de los Diputados algún intoxicado lanzase un huevo al único diputado,
Pablo Iglesias, que salió a escuchar sus
reivindicaciones y mostrar su apoyo. Todo ello por no hablar de las defecciones
en las propias filas, pues, como ha revelado INFOLIBRE, un exvicepresidente de una importante asociación sectorial
de Madrid es hoy notable accionista de una empresa que opera en ese sector de
la “nueva economía”.
En cualquier
caso este asunto ofrece una buena ocasión
para poner en claro que la huelga es un fenómeno social que va más allá de los
estrechos límites a los que la quiere someter una obsoleta legislación laboral,
como ya demostró hace años en su magnifica tesis doctoral sobre el comité de
huelga el profesor y magistrado Jesús Rentero Jover.
1.-
Dícese de la sustancia ideológica
suministrada por la cadena de radio episcopal COPE y otras similares, de graves
efectos sobre la salud mental.
1 comentario:
Magistral. Y la definición de "copeina", genial!
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