Una ciudad debe ser un lugar en el que los
seres humanos puedan desarrollar su esencial sociabilidad de un modo libre,
igualitario y fraterno. Para ello no solo son necesarios los edificios que dan
cobijo (cuanto más bellos mejor) y los servicios que cubren otras necesidades,
sino también los rincones, los espacios de encuentros en los que se van
tejiendo afectos y vivencias compartidas que acaban construyendo la propia
identidad. En nuestra cultura, cafés, tabernas y bares juegan un papel esencial
en la sociabilidad y algunos de ellos alcanzan una relevancia especial hasta el
punto que llegan a convertirse en seña de identidad de la ciudad y espacio
común de muchos de sus ciudadanos.
El Café Comercial de
Madrid era uno de esos espacios y bruscamente cerró sus puertas a finales de
julio de 2015 dejando desamparados sus fieles adeptos. Aquel triste suceso
empujó a uno de los corresponsales en Madrid de Radio
Parapanda a escribir en los primeros días de agosto
una nota que acababa de este modo: “Un lugar así no debe desaparecer.
Siempre habrá soluciones jurídico-económicas si hay voluntad de encontrarlas.
Otras ciudades ofrecen al viajero buenas practicas ante situaciones similares.
La calvinista Ginebra no permitió que un histórico restaurante de la parte vieja
de la ciudad acabase convertido en un Starbuck Caffe. En Bolonia la roja, la
Osteria del Sole, que se dice ya existía en 1530, amparo y refugio de bebedores
de vino y donde no se expende Coca-Cola ni brebaje similar, para gran alegría
de la población propia y ajena, fue reabierta intacta tras un cierre temporal,
que amenazó ser definitivo. En la reapertura hubo una decisiva mediación de las
autoridades municipales y de la Caja de Ahorros de la región. La nacionalizada
Bankia, antes Caja Madrid, lavaría muchas de sus culpas pasadas si siguiese el
ejemplo de su colega boloñesa implicándose para mantener vivo el Comercial. El
Ayuntamiento de Madrid seguro que también tendrá algo que decir y hacer ante el
clamor público interclasista de que el Café Comercial no debe ser
cerrado.” Pues bien, no nos consta que la nacionalizada Bankia haya tomado cartas en el asunto, pero
sí el Ayuntamiento que procedió a declarar este Café como Bien de Interés
Cultural con el máximo grado de protección que implica que cualquier uso del
local tiene que respetar todos sus elementos, desde las sillas a las lámparas.
Una gran lección de cómo defender el patrimonio cultural común de la
ciudadanía. Pues bien, este corresponsal ha recibido la noticia fidedigna
de que el próximo invierno el histórico Comercial reabrirá sus puertas de la
mano de un pequeño grupo de entusiastas empresarios de la hostelería del barrio
de Malasaña que ya han salvado una vieja taberna del barrio fundada en 1920,
que cerró en 2015 para ser reabierta como Casa Macareno tras una esmerada
restauración que ha dado nueva vida a los preciosos azulejos que la adornan.
La protección municipal y propio deseo
de los nuevos gestores de conservar y dar nuevo esplendor al Café Comercial le
auguran una nueva y esplendida etapa en la que no faltarán sus cafés y
chocolates con churros, pero se añadirán magníficos platos de la cocina
tradicional madrileña. El nuevo Comercial se ha propuesto conseguir el mejor
cocido de todo Madrid. Para comprobar si logran este reto allí acudiremos a
disfrutarlo y con su ayuda y la de un buen morapio, que de seguro no
faltará, nos enfrentaremos alegres a los rigores del invierno.
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